Felipe González está en la edad madura del político, que consiste en tomárselo a risa. Y eso fue lo que hizo el otro día en la Universidad Menéndez Pelayo al referirse, primero, a la crisis y, después, a José Luis Rodríguez Zapatero y a su propio partido. No sé si he acertado en el orden.

De la crisis, dijo que el problema es que la gente no entiende realmente lo que está pasando y que no existe ningún fundamento para pensar en una depresión mundial. En seguida matizó que, no obstante, algunos países pueden estar atravesando un proceso depresivo. Como la noticia siempre es bueno localizarla para medir su verdadero alcance entre la gente que le rodea a uno, habría que preguntarles a los cuatro de cada diez trabajadores del metal de la comarca sometidos a regulación de empleo si opinan lo mismo que el ex presidente del Gobierno. O a los 10.418 avilesinos registrados en las oficinas del paro. Es posible, y hasta presumible, que los damnificados por la terrible situación económica no tengan la misma propensión de González a minimizarla. Ni siquiera por la oportunidad de arrancar unas sonrisas durante unos cursos de verano.

El choteo sobre el programa socialista con respecto a la energía nuclear y la planta de Garoña es otra cosa. A Felipe González se le ha reconocido en muchas ocasiones la torería, y los toreros cuando se gustan y el toro lo permite lo que hacen es dar un pase más, ligar uno tras otro para alargar la faena. Como quiera que el presidente del Gobierno ha echado en falta un debate serio sobre la energía nuclear, ha decidido tomarse a broma a la persona que debería plantear ese debate.