La cosa se nos animaría una barbaridad si, como amaga, el ex ministro gijonés Francisco Álvarez-Cascos volviera a la actividad política. Hablamos de más animación, pero somos injustos, ya que el Gobierno del Principado, como un torrente, no para de ofrecernos atracciones sin cuento.

El último descalabro ha consistido en que el Tribunal Superior de Justicia de Asturias ha anulado el procedimiento de nombrar a dedo a más de doscientos altos funcionarios. Es decir, otra sentencia de las gloriosas, como la que anuló la carrera profesional hace tan sólo unas jornadas.

Ahora bien, a quienes les aburra el género judicial, pueden darse una vuelta por las casetas donde se maneja la reforma de la financiación autonómica, que, en teoría, va a estar lista al término de los Sanfermines. Asturias sigue dando saltos en la sartén y parece a punto de caer al fuego.

En esta misma feria de las distracciones asturianas, la tómbola de los sobrecostes permanece animada. El secretario de Estado para la UE acaba de decir que la obra de El Musel está asegurada y que pagará el reino de España. Pelillos a la mar.

Y el hecho diferencial de las comunicaciones asturianas -penalizadas por tierra (Huerna), aire (nieblas y precios) y mar (El Musel sin diversificar)- promete adentrarse en nuevas cavernas gracias a que de Lena a Gijón no habrá línea AVE y habrá que ver qué sucede con la variante de Pajares.

Esto último es lo que ha despertado a Álvarez-Cascos, y ya decimos que su retorno avivaría la actualidad.

Porque, pese a las entretenidas trapisondas del Gobierno del Principado, existe un hecho monótono que consiste en los sobrados que se muestran nuestros gobernantes regionales para andar de charco en charco.

Es decir, pisan donde no deben y además lo hacen con envalentonamiento y arrogancia, gracias a una oposición que seguro sería lo primero que animaría Cascos.