Las autoridades de la Cámara de Comercio inician la remodelación del recinto ferial Luis Adaro, que ha experimentado progresos en los últimos años, en cuanto a la calidad de los pabellones, por ejemplo, pero que adolece de ese defecto del que se lamentaba hace un tiempo un congresista, o asistente a congresos: «¡Coño, es que he ido a comprar el periódico y me ha llevado media hora!».

No ofrecemos esta cita por lo que concierne al periódico en sí, aunque es bueno constatar que la gente lo sigue leyendo y que recorre el trecho necesario para adquirirlo. Si traemos la anécdota es porque, con respecto al recinto ferial gijonés, todo queda un poco a desmano, excepto en agosto, ya que durante la Feria está todo allí metido.

Esto puede tener consecuencias ambiguas con respecto al denominado turismo de congresos, el cual puede bascular hacia más turismo que congreso, o viceversa. Es decir, que el congresista o la congresista que, por ejemplo, quiere comprarle un recuerdo gijonés a su cónyuge o a sus criaturas tiene la coartada de emplear una tarde yendo y viniendo hacia el casco urbano en busca de la tienda adecuada.

Bromas aparte, el recinto ferial gijonés precisaría de mejores comunicaciones con el resto de la ciudad, y también de una señalización más provechosa, opinamos.

Ahora bien, tiene buena pinta la reforma que pretende la Cámara de Comercio, Industria y Navegación, una institución que, como es sabido, llevaba un tiempo envuelta en conflictos con los trabajadores del recinto ferial. La cosa parece haberse sosegado ya.

Con respecto al descenso de actividades feriales y congresuales que se venía acusando desde hace un tiempo, se comprueba que la crisis no está perdonando a nadie. Suerte que hay indicios de que el alto horno de Arcelor-Mittal podría arrancar de nuevo, circunstancia que podría interpretarse de manera simbólica, pues tan símbolo de Gijón es un alto horno como la propia Feria.