Una vez que nos hemos enterado por el portavoz de ERC en el Congreso de que el acuerdo conseguido por el Gobierno con los independentistas catalanes sobre la financiación autonómica se alcanzó después de que el propio Joan Ridao le recordase a Zapatero lo que suponía quedarse en soledad política no caben ya reproches. Es más, sólo queda agradecerle a Esquerra la generosidad de tener en cuenta, no sólo los intereses de Cataluña, sino también los de España e incluso los mundiales, y, al mismo tiempo, la disposición patriótica del presidente del Gobierno de aceptarla a costa incluso de incrementar el déficit público y comprometer el futuro de España.

Se preguntará el lector por qué este cambio de opinión, cuando hace unos días escribí del acuerdo todo lo contrario. Lo hice, es verdad, pero no tenía todos los datos. Me faltaba conocer o, cuando menos, intuir que un rechazo de Zapatero a la generosa oferta de ERC de apoyarle en el Parlamento a cambio del dinero de todos los españoles habría supuesto graves dificultades y obstáculos en la brillante carrera de nuestro presidente del Gobierno. El mismo Ridao le formuló a ZP la pregunta que permite llegar al fondo del asunto: «¿Con qué socios vas a aprobar los Presupuestos y cómo vas a ir a la Presidencia de la UE si no los sacas adelante? A partir de esa pregunta, se despejó cualquier incertidumbre.

No importa, por tanto, que se haya roto el principio de solidaridad primando a una parte de España por encima de otra; da igual la falta de transparencia en las cifras, el adelgazamiento del Estado o el incremento del déficit público. Todo eso no es nada comparado con la posibilidad de que Zapatero, por falta de apoyo parlamentario, no hubiese podido asumir en condiciones la Presidencia de Europa, sabiendo como sabemos que la coincidencia de José Luis al frente de los destinos europeos, y de Obama, es un acontecimiento histórico para el planeta. Altura de miras, queridos lectores.