En las tertulias de mi pueblo, si es que quedan, se debió hablar más ayer del ruido de los aviones del domingo y de los toros venideros con José Tomás que de la lluvia de millones concretada por el Ministro de Fomento en reunión con el presidente del Principado para solventar las premuras muselinas.

Le ha tocado al actual titular de Puertos del Estado, Fernando González Laxe -que antes de ser cocinero portuario fue, a modo de fraile, jefe del PSOE gallego y mentor político de José Blanco-, sustanciar los 215 milloncejos de la monstruosa desviación presupuestaria. La teoría de González Laxe desde su toma de posesión -referida tanto a los desvaríos coruñeses como gijoneses- venía a ser que él no iba a ser el primero en acordarse de Santa Bárbara mientras no tronase. Pronto tronó por Galicia y poco tardó en hacerlo por Asturias sin necesidad de que soplara viento del Noroeste, que por aquí llamamos «gallego». Habrá respirado el hombre de Álvarez-Cascos en las covachas muselinas, el gran bidirector de Puerto y obra, J. L. Díaz Rato. La necesidad de lo que ayer fue llamado generosamente por Álvarez Areces como «ese modificado» se debe, como todos sabemos, a un empecinamiento técnico del ingeniero proyectista, el catedrático granadino Miguel Ángel Losada, secundado con fe ciega por nuestro más cercano ingeniero bidirector. Luego vendrían las maniobras de diversión y ocultación sobre canteras y otras gaitas. A estos efectos es bueno recordar que ya vamos por tres gerentes de la UTE contratista de las obras y que, dada la solvencia técnica de las empresas concernidas, algo tiene que darse en el orden de las discrepancias con el cliente para que se produzca tan inusitado baile. La generosidad de Areces le ha impelido también a dar la cara en casi -y único- primer plano en esta película: lo ha asumido en silencio -se supone que molesto, pero resignado-, y a trabajar con esa losa multimillonaria encima. Sagazmente, alguien recordó el otro día que la idea de la obra de ampliación partió -en contra de lo habitual: recordemos La Coruña o Bilbao- del propio Ministerio, siendo su titular Cascos, en lugar del Puerto, del Principado, del Ayuntamiento o, no digamos ya, de la comunidad portuaria. Por ahí seguido es por donde podrían reconducirse las líneas de pensamiento a la hora de distribuir generosidades y adjudicar responsabilidades. Algunos, como los ex presidentes portuarios Zapico o Pesquera, es más que probable que ya hayan caído del guindo a estas alturas del metraje de un film que comenzó como drama ligero y está terminando como tragedia caminera.

No se trata de plantear ningún auto de fe, pero bien podría obtenerse de la buena disposición de González Laxe un último y pequeño favor de recolocación para un ingeniero muy capaz, y, de este modo, tranquilizar a todos y no excitar en demasía los agravios comparativos, porque cualquier día sopla de verdad un «gallego» o un «luarqués». Y entonces, que viva San Timoteo o quien sea.