Hay un declive total en los usos y costumbres del campo asturiano. La mecanización acabó con las tareas habituales en el sector y las parejas de bueyes, antes imprescindibles para la labranza, han pasado a ser ya casi figuras sólo para la exhibición. Tener yuntas ya no es rentable y sólo cuatro sentimentales de algunos concejos continúan criando y domando parejas, porque no hay apenas actividad alguna en las que sean utilizadas. Quizás el único incentivo existente sea el preparar animales de tiro para que vengan los vascos, con voluminosa cartera, para llevarse las mejores parejas con destino a los concursos de arrastre de piedras que se desarrollan en casi todas las fiestas de pueblo de aquella comunidad.

Por este territorio occidental de Asturias se sigue manteniendo vivo el certamen de arrastre con bueyes que desde hace años se celebra por las fiestas del Pilar del pueblo de Foyedo de Arcallana. El promotor del mismo, Ángel Blanco, más conocido como Alán, tiene una buena pareja y él mismo retiene aptitudes de un experto carretero que ha sido cuando se dedicaba a ese oficio. Llama a unos y a otros y consigue reunir una decena de parejas en un prado cercano a la ermita del Pilar de Foyedo y allí se compite tras una muy animada comida de carreteros, que tiene como escenario la propia parrilla de Alán.

Y así, esta tarde, a partir de las cuatro, parejas de bueyes llegados desde Pillarno de Castrillón, Las Gallinas y Gallinero de Salas, así como de algunos pueblos de Valdés, e incluso desde Oviedo y municipios centrales, van a competir remolcando una «corza» o rastra a la que se le ponen bloques de hormigón según los pesos que están preestablecidos en este certamen anual del Pilar. Luisito el de Pillarno suele tenerlo fácil, porque cuenta con una de las mejores parejas de bueyes de todo el territorio asturiano. Es un carretero de esos que demuestran auténtica maestría en la doma y manejo de los animales, y cuando alguno de ellos se le estropea recorre las ferias, mercados y ganaderías de vaca roxa en busca de un buen ejemplar para recomponer la pareja. No hace mucho llegó a Priero de Salas, donde le compró a Gervasio el «Lindo» una mole de buey que tiempo después conoció por la voz a su antiguo dueño. Tiene Luis en su establo algunos ejemplares en la reserva y sale siempre a competir con una pareja de toda garantía. Y lleva la guiada al hombro sólo como adorno. Sus bueyes no necesitan vara con «ubleiro». Saben lo que tienen que hacer en cada momento y van, paso a paso, lentamente, pero sin detenerse nunca, ganando metros en menos tiempo que los demás.

Desde Gallinero de Salas también suele acudir a esta competición del Pilar el ganadero Manolo «El Turbo», de Casa Jaime, que presenta muy buenos ejemplares jóvenes, y si lleva los que exhibió en San Pedro de Mallecina seguro que consigue algún premio importante. Es posible que Manolo consiguiese un rendimiento más rentable si dedicase todos sus esfuerzos al ganado de carne, olvidándose de los bueyes, pero tiene auténtica vocación de carretero y a la par que cría buenos terneros con destino al matadero no deja por ello de mantener viva la tradición familiar de tener siempre en su establo una pareja de bueyes, a la vez que va cuidando y domando otras que sustituirán a aquéllas.

Por su parte, Oscar García, de Las Gallinas, también acude al concurso del Pilar de Foyedo con bueyes jóvenes, que va domando con auténtica paciencia, y es un ganadero con gran vocación que, aunque sabe que la mecanización del campo acabó con cualquier posibilidad de que las yuntas sean rentables para salir a trabajar con ellas, no por ello se desanima y sigue fiel a la tradición carretera de un pueblo como el de Las Gallinas, donde las parejas de bueyes realizaban, hasta hace unos años, las principales tareas del campo.

El concurso de arrastre con bueyes del Pilar de Foyedo se mantiene vivo en virtud del entusiasmo y de la vocación carretera de su promotor, Ángel Blanco, que comienza reuniendo en una comida a los propietarios de las yuntas y en ella se habla de cuanto se relaciona con los momentos, ciertamente difíciles, que vive la ganadería que no está dedicada a la producción láctea. El ganado de carne se cotiza a un precio inferior al que tenía hace dieciocho años y, en este sentido, me dice Jesús el del Barrio de Mallecina que conserva facturas que así lo certifican. O sea, que leche y carne van de la mano en un declive que puede acabar muy mal. Mientras tanto, hay que soportar discursos de los políticos en el debate del estado de la región donde en dos días no se ha mencionado para nada, por parte de ninguno de los contendientes, la galopante y muy peligrosa crisis ganadera.

Por esta comarca occidental de Asturias el arrastre con bueyes tiene muchos seguidores. Es cuestión vocacional. La pradería colindante con la ermita del Pilar de Foyedo vive una concentración de ganaderos que no tiene nada que envidiar al ferial de mayor relieve del otoño asturiano. Se comienza presenciando el concurso y se acaba con una velada en la sala de fiestas por la noche, donde los artistas de «Ideas» de Cornellana y de «La Orquestina» van a ofrecer posiblemente la verbena más importante que cierra el ciclo festero de la temporada. Pero entre bueyes y verbena está el bollo preñao, de auténtica garantía, porque aquí se ofrecen productos caseros de esos que sólo con el olor ya se sabe que sus calidades alcanzan la calificación de «te lo juro por mi madre».

Hasta no hace muchos años cada pueblo contaba con unas cuantas yuntas que realizaban todas las tareas del maíz, de las patatas y hasta del trigo y el centeno. En aldeas con fuerte declive del terreno siguieron los bueyes realizando el roturado de las fincas porque éstas no son aptas para el tractor. Sin embargo, al dejar de sembrar cereales, porque tampoco son rentables, las parejas ya fueron quedando en desuso. Y así, por la nula rentabilidad, todo va perdiendo identidad. Hasta la propia casería. Quedan sólo cuatro románticos aquí y allá que mantienen viva la tradición carretera.

Están ya lejanos también aquellos tiempos en los que la explotación de los montes de madera se hacían con bueyes. Había pueblos en los que existían caleros y en ellos se elaboraba la cal para abonar las tierras de labor. Era el único abono conocido. Se iba a buscar carbón al Radical de Tineo y piedra caliza a La Cabruñana y luego se sometían ambos materiales a altas temperaturas en los caleros -que también se fueron perdiendo, ya que quedan muy pocos como simples reliquias de un tiempo pasado-, elaborando la cal que ponía las fincas a tono para que alcanzasen buenas producciones de cereales y de patatas. Actualmente, los montes a los que no llega la maquinaria no tienen valor alguno. El maderero de turno, cuando le ofrecen árboles con difícil acceso para el tractor, rechaza la oferta. Así estamos. De todo aquello sólo quedan algunas parejas de bueyes que van a competir esta tarde de vísperas del Pilar en Foyedo de Arcallana. Es la única huella que queda de un oficio que hizo historia en el desarrollo de los pueblos. Son los últimos carreteros.