«Aunque no sea pintor, un joven español ganará mucho viendo en verdad a una persona como la que tú eres»

Carta de María Zambrano a L. F.

Momentos antes de tomar posesión como consejero de Cultura del primer Gobierno autónomo, en mayo de 1982, declaré a Marcela Zapico, de «La Hoja del Lunes», que el primer objetivo sería recuperar para Asturias al pintor Luis Fernández, por entonces un desconocido popularmente aunque algunos asturianos preclaros se habían acercado hasta él (Alín, Carantoña, Ibaseta, Orlando Pelayo, Silverio Cañada, Luciano Castañón, Julio Ruymal?).

Visto hoy, lo conseguido en mi breve etapa, pero sobre todo por mis sucesores en la Consejería, también por el que fuera consejero de la Presidencia Bernardo Fernández y, desde luego, por los directores del Museo de Bellas Artes, Emilio Marcos y J. A. Castañón, era inimaginable hace treinta años.

Luis Fernández, probablemente el artista asturiano de mayor repercusión internacional, por encima incluso de Carreño Miranda o Darío de Regoyos, es una parte central de nuestro querido museo y se han conseguido, con encomiable tesón directivo, piezas que nunca estuvieron en el mercado. Las exposiciones que promovieron Telefónica y el Banco Exterior y todas las publicaciones que precedieron o siguieron (Alberto Fernández, Fortunata Prieto Barral, Lasso de la Vega, Vega Alonso, Feás, Javier Barón?) son muy importantes hasta llegar a la magna obra de Alfonso Palacio, de la que han aparecido los dos primeros volúmenes.

El museo está ejecutando una ampliación fundamental para la que confío salga indemne de los embates de la crisis y de otras discriminaciones. Un museo de estas características, que en su día ya hizo exclamar a Alfonso Pérez Sánchez, director entonces de El Prado, que era el más importante de los provinciales, no sólo consigue la excelencia por obras e instalaciones sino muy especialmente porque ha de vivir en el corazón de los ciudadanos. Esto, sin embargo, está muy lejos de la compenetración que se siente con el Museo de Cataluña o el Municipal de Bilbao, por ejemplo. Quiero creer, no obstante, que en Asturias estamos cerca a nuestro museo, pues, de lo contrario, se quedaría a la intemperie de políticos olvidadizos, entre los que, naturalmente, me cuento. Y temo esa fragilidad más aún si cabe tras una conversación, para mí muy enriquecedora con Ignacio Quintana, en su día subsecretario del Ministerio de Cultura de Javier Solana.

Nuestro museo es trascendental para Asturias. Por eso me alegra que, con el patrocinio de Cajastur, haya visto luz esa primera entrega de Alfonso Palacio fijando de forma definitiva artista tan relevante, orgullo de nuestra tierra. Una obra necesaria, que alentó en su día la ex consejera Encarnación Rodríguez Cañas.

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