Vivimos tiempos raros, tiempos en que los volcanes montan una marimorena que para sí la quisieran los terroristas más sanguinarios, tiempos en que la crisis hace aún más ricos a los que la provocaron -véase lo de Goldman Sachs- y tiempos en que según qué jueces, bajo la pantalla de perseguir la prevaricación, sostienen posturas que dejan el concepto mismo de lo justo hecho unos zorros. Se me permitirá, pues, añadir ruido al sistema comentando un acuerdo que socialistas y convergentes han muñido en la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados. Es de esperar que las almas biempensantes protesten ante la demagogia intolerable que me complazco en verter.

El acuerdo de marras se refiere a lograr que se endurezcan las penas para los hurtos, figura penal que no llega a la del delito y, por ende, queda sometida hasta ahora a una cierta tolerancia. En adelante, tres hurtos pueden sumarse para dar lugar a un delito que conlleva pena de cárcel. Como las tarjetas amarillas de los futbolistas que, reiteradas, conducen a una sanción mayor.

Por fin damos con la verdadera razón del mundo peligroso, hostil y corrupto que nos rodea. Por fin alguien hace algo por ponerle remedio. Y el proyecto se adorna, encima, gracias a muy pragmáticas, sensatas y provechosas medidas como son las de meter a los robaperas en la cárcel sólo los fines de semana con el objetivo de aprovechar el hueco que dejan, en sábado y domingo, quienes reciben el beneficio de dejar la celda libre esos días. Una medida ésta, por cierto, que entró en vigor amparada por su carácter humanitario. En plena consecuencia, cabe entender que a los hurtadores reincidentes es mejor tratarles como animales.

Robar gallinas conduce a la prisión, pero hacerse con los ahorros de los impositores o esquilmar las arcas públicas es sólo un hecho lamentable. Ese principio forma parte de la clave misma de nuestra sociedad. Así que CiU y el PSOE no habrán hecho sino apuntalar las raíces morales de la civilización. Otra cosa sería cambiar el Código Penal para, qué sé yo, convertir en delito la financiación ilegal de los partidos, iniciativa que se saldría ya de los límites de la demagogia para alcanzar el escándalo. Una cosa es el crimen despreciable y otra muy diferente el complemento del mando y ordeno con alguna que otra propinilla en forma de soborno entre amigos. Pero nos encontramos con un problema. Un regalito en forma de reloj de oro por aquí, un traje por allá son minucias que hasta ahora sólo conducían a que lo nuestro fuese muy bonito. En adelante, cada tres Rolex o tres ternos podrían dar lugar a tener que pasarse el weekend (que es como se le llama en el mundo fino) en chirona. Para evitarlo, lo suyo es robar un equivalente del presupuesto anual de un municipio medio y, de tal suerte, entras en otro universo. Tres gallinas te llevan a la cárcel. Tres millones de euros te convierten, cuando te convierten, en una víctima inocente de fiscales, policías y jueces desalmados.