El escritor francés Stendhal comparaba la escritura con la compra de un billete de lotería. No existe, que se sepa, una fórmula de éxito editorial, pero no cabe duda de que gracias al azar algunos autores han sido agraciados con el premio de la universalidad. La literatura no se escapa a ese fenómeno tan repetido de la globalización. Algo tan complejo como llegar a un público de todas las edades, nacionalidades y culturas hasta convertirse en un fenómeno de masas en tiempo récord sucede muy de vez en cuando. La globalización nos muestra una imagen como ésta: un joven indio bebiéndose una Coca-Cola en un McDonalds de Bombay mientras lee «El símbolo perdido» de Dan Brown. Mientras, a 7.600 kilómetros, un joven madrileño hace exactamente lo mismo en el McDonalds de Atocha.

Junto a Dan Brown los abanderados de esa globalización literaria son JK Rowling, Stieg Larsson o Stephanie Meyers. En los cuatro casos, después del primer gran éxito su obra se ha convertido en una saga con la que explotar el tirón millonario (a excepción de Brown, quien trata de abordar temas diferentes en sus novelas), así Harry Potter va por la séptima entrega, la saga de Crepúsculo por la cuarta y Larsson falleció tras completar también su novela número tres de la saga Millenium, y aunque aún no había visto publicada la primera, sabía que lo que tenía entre manos era un boleto con premio asegurado. Otro rasgo común en todos ellos es la rápida adaptación al cine de sus obras, con desigual resultado, contribuyendo a la globalización iniciada con la venta de las novelas.

Además, todos estos autores han sido desacreditados por sectores de la crítica, quien los tilda de escribir simple ficción amena para estómagos poco exquisitos. Las obras de Brown son acusadas también de presentar incorrecciones en sus fundamentos sobre física e historia, lo que no le ha impedido vender varios cientos de millones de libros.

Finalmente en todos los casos su éxito ha llenado las librerías de imitadores: decenas de novelas sobre misteriosos documentos religiosos, sociedad secretas y criptología sucedieron al éxito de «El Código Da Vinci». El tema de la magia que hizo que JK Rowling vendiese más de 400 millones de libros se puso de moda en la literatura juvenil, y gracias a Larsson lo mismo ha sucedido con el thriller criminal. Actualmente las novelas de amor adolescente sobrenatural están por todas partes dispuestas a subirse al carro de los vampiros de Meyers. Mañana, Día del Libro, muchas de ellas serán sin duda cabeza de cartel en todas las librerías.