Dejamos atrás una semana ominosa en la que todos los males parecen haberse dado cita. Hemos conocido la última cifra del paro -por encima del 20 por ciento-; la solvencia de España como país ha sido rebajada a los ojos de los mercados internacionales; la Bolsa se ha dado un batacazo importante y los expertos (FMI, Comisión Europea, etcétera) no prevén, a corto plazo, expectativas de cambio en la situación económica. En suma, la cosa pinta mal. Y pinta mal porque ni el Gobierno da con la clave para estimular un cambio de tendencia ni a la oposición se la espera para aportar algo más allá de la justificada denuncia de la ineficiencia de Zapatero.

Aquí se cumple la sentencia de ceguera de la profecía de Homero y, sin embargo, Portugal, tan cerca y tan lejos, nos está señalando el camino. Allí, Gobierno (socialista) y oposición (conservadora) han decidido aparcar sus diferencias -que son todas- para actuar juntos y enfrentarse a los especuladores financieros internacionales que intentan desestabilizar la economía lusa. En Lisboa todos han tomado nota del mal que padece Atenas. Quizá no sea suficiente para resolver los problemas que tiene Portugal, pero, visto desde Madrid, la verdad es que da envidia. Ver a la izquierda y a la derecha unidas para hacer frente a una tormenta que afecta a todos por igual es la forma que tienen nuestros vecinos de definir el verdadero patriotismo. Por desgracia, en este registro España parece que sigue siendo diferente.