Supongo que para el próximo curso la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid incluirá en su programa, a desarrollar en diez créditos, el fenómeno Álvarez-Cascos: sin decir ni una palabra, sin manifestarse en absoluto, sin más que el rumor de la posibilidad de la eventualidad de su candidatura a la Presidencia del Principado, resulta que no se habla de otra cosa, que recibe apoyos de compañeros de partido, de todos los alcaldes asturianos del PP, del 80 por ciento de los líderes locales y hasta le llegan las críticas de los jerarcas del PSOE, que ya me dirán a cuento de qué, si no hay aún ni sombra del rastro de la posibilidad de esa candidatura.

A expensas de lo que digan los sesudos profesores universitarios sobre este fenómeno sociopolítico, casi extraplanetario, lo cierto es que Cascos es ya candidato y cuanto más tarden en proclamarlo más subrayada quedará la corta lista de quienes se oponen en el PP astur a su parusía y más campaña electoral gratuita le seguirán haciendo absurdamente sus rivales socialistas. Y es que le tienen tanto miedo que en vez de callar se les dispara la lengua sin posibilidad de freno, fenómeno propio de los trances de pánico.

No estamos en un momento cualquiera. España, y con ella Asturias, quiebra política y económicamente -hoy es Dos de Mayo: en Oviedo surgió, ojo, el levantamiento institucional contra los gabachos-, así que los juegos personalistas y cicateros de los aparatos de los partidos son sencillamente insoportables para una ciudadanía con el agua al cuello.

Señores, patriotismo: Asturias se merece mucho más que una troupe de perdedores egoístas.