La campaña electoral previa a las elecciones en el Reino Unido de pasado mañana tuvo como novedad que se celebraran tres debates previos entre los principales candidatos, circunstancia que les ha parecido increíble a muchos en la cuna de la democracia parlamentaria, acostumbrados como estamos a tales espectáculos televisivos: así se las gastan los clásicos. Los tres tenores de la política británica -Brown, Cameron y Clegg- se esmeraron en el hall de la Universidad de Birmingham, durante lo que allí se conoció como el «Big Debate», en ofrecer su mejor imagen y sus más convincentes argumentos. En el turno de preguntas, una señora lanzó al aire lo que viene a ser la cuestión del momento, algo parecido a que si tras este golpe económico, que ha conllevado en su país la caída de la producción industrial, habría una recuperación de la industria o la economía se iba a sustentar tan sólo en las tiendas y el comercio en general. Las respuestas de los tres caballeros vinieron a ser las de rigor, de escapada por la tangente, y consistieron en una exaltación de la importancia de la investigación, la innovación, los sectores tecnológicos emergentes y de la confianza en que su crecimiento compensaría la caída de la producción industrial. Es un discurso que nos suena, porque entre nosotros también resulta habitual. Sin embargo, este tipo de argumento fue reputado como débil por los analistas políticos y económicos. Y esto en la Gran Bretaña: imaginémonos en España.

Es indudable que la industria no se mantiene sin investigación, sin desarrollo, sin innovación, sin aplicación decidida de los avances tecnológicos El asunto está en el concepto de mantenimiento: si entendemos que no se puede mantener aquello que no crece, el argumento es impecable; pero si lo interpretamos como recuperación de lo que se esfumó, es inviable. Por eso es tan importante, por ejemplo, aquí, en Asturias, no perder ni uno solo de los grandes referentes de la producción industrial y no jugar con lo que es crucial, como pasó hace muy pocas semanas en el tren de alambrón de Arcelor al hilo del alocado conflicto planteado por una parte de su representación social que, afortunadamente, dieron marcha atrás y no ahondaron en sus peligrosas fantasías.

En otros ámbitos, ya hemos pasado del ámbito de las fantasías o las murmuraciones al de las realidades: un grupo de alcaldes del PP han pedido a Rajoy que se proclame a su gran prócer Álvarez-Cascos como su candidato por Asturias para las venideras autonómicas. Por debajo, alguno de los firmantes ya ha deslizado que se vio obligado a ello aquejado de ciertas insoslayables presiones, y hasta Esperanza Aguirre, lideresa incontrovertible, dijo que veía al gran hombre más propicio que antes a abandonar sus actuales actividades en el mundo artístico. Otros, como los populares de mi pueblo, no han firmado petición alguna, bien porque no han sido presionados, porque las han soportado como jabatos o bien porque nadie se lo ha pedido. Esto toma ya tintes de folletín.