Al menos, se encontraron, hablaron luego -por separado, lástima- en el atril de la Moncloa y no se dedicaron a darse de palos el uno al otro cuando comparecieron ante los periodistas. Pero saqué la impresión de que Zapatero y Rajoy no han calibrado en toda su amplitud la urgencia de una situación en la que todo el país les está pidiendo que hagan algo. Algo más que acordar lo que ya estaba acordado.

Las alarmas, justificadas y/o inventadas, extendidas entre los ciudadanos de este país son demasiado severas como para acallarlas con dos comparecencias simultáneas en el complejo presidencial para comunicar a la ciudadanía que se han tratado dos o tres cuestiones relacionadas con la economía y que se ha llegado a un par de acuerdos. Aquí se necesita un auténtico programa de regeneración -económico y político-, quién sabe si una segunda transición, puede que unos nuevos pactos de la Moncloa. ¿Y nos quieren ilusionar con un semipacto sobre las cajas, que ya estaba en marcha, y un acuerdo genérico en cuanto a la reforma financiera, que viene a ser lo mismo? De la reducción del déficit, poco. De la reforma laboral, nada.

Mi gozo, en un pozo. Año y medio esperando que los dos máximos representantes de la voluntad de veintiún millones de españoles se reuniesen, para esto. Ya sé que menos da una piedra, pero me parece que no estamos ya para gestos de cara a la galería: ni Zapatero ni Rajoy pueden, ellos solos, sacarnos de un atolladero que no quisiera magnificar, pero que parece considerable, según los analistas más templados y solventes. Sigue siendo necesario el gran pacto nacional, no los pactitos parciales -para no hacerse la foto- con los que visten el muñeco cada día.