La Consejería de Cultura del Principado le acaba de dedicar una nota de «piedad necrológica» -como diría Borges- al teatro de la Ciudad de la Cultura (antes Universidad Laboral). No es que alguien se haya muerto, sino que terminaba el contrato de su director teatral y éste ha decidido no continuar. Se va este director, Mateo Feijoo, en quien nada vamos a personalizar porque ha sido profesional de una coherencia palpable. Al poco tiempo de llegar comentó que el teatro de la Ciudad de la Cultura no estaba para programar «el Calderón de turno», y lo ha cumplido.

La meditada nota del Principado asegura ahora que «el teatro de la Laboral seguirá abordando nuevos retos que permitan avanzar en el proyecto de Ciudad de la Cultura sobre la base de la búsqueda de nuevas audiencias». Creíamos que eran «nuevas audiencias» las que hasta el presente se habían perseguido, con la exhibición de las vanguardias teatrales, pero parece que todavía se puede ir más lejos. Tal vez sea el momento de programar la «posvanguardia», o la «metavanguardia», o la «transvanguardia», o por ahí seguido.

O tal vez la expresión «nuevas audiencias» signifique buscar a los espectadores antiguos, los que desde siempre han ido al teatro, pero a quienes la nueva Laboral ahuyentaba porque, parafraseando a Cormac McCarthy, la Ciudad de la Cultura «no es ciudad para viejos».

Por tanto, audiencias nuevas y audiencias viejas. De estas últimas sabía bastante Daniel Gutiérrez Granda, quien abarrotó los espectáculos gijoneses -para y con todos los públicos- durante su vigencia como concejal socialista del Ayuntamiento. Aquello sucedió desde el «Entoldado» de la plaza Mayor en adelante, y pocas otras cosas dieron después tanto relumbrón a las sucesivas municipalidades de Vicente Álvarez Areces. Pero Granda no encajó en la Ciudad de la Cultura porque no era lugar para viejos. Ahora cabe esperar un poco de piedad del Principado, no sólo necrológica, sino para con las audiencias teatrales veteranas.