Más de una vez esta columna se ha referido al, hasta ahora, eficaz marketing político que rodea las actuaciones del presidente Zapatero. Es una demostración de que detrás de él hay un gabinete especializado en técnicas de comunicación sociológicamente sofisticadas, que lo asesora y entrena en las habilidades para ser capaz, en sus mensajes, de conseguir que la atención se desvíe de los hechos, y la opinión pública quede envuelta en su permanente optimismo antropológico.

Todavía Zapatero es de los que recurren al eufemismo ilustrado y así no ha vacilado en hablar de la «generación negativa de los recursos», como enmascaramiento de «pérdidas» y que «algunos sectores están redimensionando sus plantillas», para no decir que hay «despidos». Pero sobre todo, ha logrado convencer a muchos ciudadanos, utilizando su verbalismo desmesurado, de que lo negro es blanco y al revés.

Es relevante su insistencia en el mensaje de que estamos en buena posición para salir de la crisis a corto plazo, sin ajustes traumáticos y que hay capacidad para seguir aumentando el déficit público y la deuda. Mensaje que llega con la escenografía adecuada, la complicidad de algunos grupos y de las centrales sindicales.

Rodríguez Zapatero no ha vacilado en utilizar el «órdago a la grande» al afirmar que su programa es el bueno y es el PP el que se equivoca, junto a Bruselas, el FMI, y los programas anticrisis de países como Francia, Alemania y el anunciado de Gran Bretaña.

Pero la realidad es tozuda, por que los resultados evidencian que la estrategia de Zapatero y seis años de gobernanza han llevado al país a un punto cercano al no retorno.

Su propio marketing se ha desgastado y ha originado un plus de falta de credibilidad que ha traspasado las fronteras. Zapatero es hoy prisionero de sus propias palabras.

El empecinamiento de Zapatero es tachado por analistas solventes de inconsciente, temerario e irresponsable, ya que los datos no avalan, contra lo que él sostiene, que la recuperación está cercana.

Llama la atención que a las críticas también se han sumado los portavoces de CIU, PNV y Esquerra Republicana y otros del Grupo Mixto. La cuestión es si habiéndose manifestado contra los planes de Zapatero, están dispuestos a mantener esa posición en el Congreso. Algunos de ellos no han vacilado en afirmar en público que «estamos cerca del precipicio» y que Grecia no está tan alejada de nuestras costas.

Con estas mimbres, se dan todas las condiciones para exigir, no un pacto de Estado, cuyo momento ya pasó, sino inmediatas elecciones generales, por que es posible que los nuevos gestores puedan evitar que el país se deslice a la quiebra. Un acuerdo de este estilo sería una demostración de patriotismo.