Habrán notado ustedes que la autoridad ya no les pide sus documentos, sino su «documentación»; y que no les aconseja que respeten las señales, sino la «señalización»; y que en muchas ventanillas ya les demandan que digan su «domicialización» y exhiban su «certificación», no su domicilio y su certificado; y que su hijo viene de la «tutorización» cuando antes venía de la tutoría; y que si protestan por algo les remiten a la «reglamentación» y no al reglamento. No es que ustedes ya no sepan hablar correcto español: es que los archisílabos son el no va más, el nuevo lenguaje, la nueva majadería, que, como todas, se extiende que es un primor. Siguiendo al maestro Aurelio Arteta en su batalla contra estos requetesílabos, les invito hoy a elaborar una lista de los que terminan en «-ón» y a todas horas martirizan nuestros oídos.

Ya el valor es «valorización», ya el vínculo se ha convertido en «vinculación». Los nuevos cicerones eliminan de la lengua «ejemplo» y «final» porque quieren «ejemplificación» y «finalización», al igual que creen adornarse proponiendo «optimización» como sustituto de «mejora» o se ahuecan al oír cómo sale de sus boquitas «significación», pues no saben pronunciar «sentido», o cometen terrorismo lingüístico cuando dicen el palabro «financiarización» sin acordarse del modesto «financiación». Enciendan ustedes la emisora de deportes y oirán «esponsorización», pero no «patrocinio», que aquí somos más ingleses que el té a las cinco. Me acuerdo de los fatuos que pasan de «impulso», «mejora» o «argumento» y optan por «potenciación», «mejorización», «argumentación». Los que parece que nunca hayan oído «juicio», ni «ejercicio», ni «estímulo» al ver cómo se inclinan por «valoración», «ejercitación» o «estimulación». No es moco de pavo el mercado laboral, tan eufemístico cuando se trata de machacar al débil: si les obligan a ustedes a un traslado, lo llamarán «deslocalización»; si les echan a la calle, «desregularización» o «flexibilización» o «fragilización» de plantillas, que para sus maldades trocan vocablos en petardos archisilábicos. Y dirán que todo se debe a la «desaceleración», que «bajada» les repele, o la «frenación», que eso de «freno» es de antiguos.

Vivimos tiempos de «sintetización», «expoliación», «marginalización», pues no les molan a estos necios ni «síntesis», ni «expolio», ni menos aún «marginación». Se puede oír «la coaligación ha permitido una concretización que facilita la concertación con alguna matización», donde «coalición», «concreción», «concierto» y «matiz» ni están ni se les espera. Sigamos en el combate (ellos dirían «confrontación»), aunque nos acusen de sectarismo (querrían «parcialización») idiomático, pues nuestros postulados (aconsejarían «postulación») sólo siguen la economía del lenguaje, esa gran regla de oro, el hablar fuera de cualquier afectación... ¿o habría que llamarla «afectavicización»?