Ahora, por fin, se acabó la fiesta, meses después de una larga resaca y con los invitados bebiéndose hasta el agua de los floreros. La fiesta ha concluido, sí, después de una llamada al orden de Obama, pero hasta hace sólo un par de semanas el aprendiz de brujo que habita en la Moncloa declaraba una vez más, arropado por los principales ministros de su Gobierno, que no había motivos para poner freno, ya que la crisis había tocado techo. Hoy Zapatero les pide un esfuerzo a los españoles tras anunciar el recorte en el gasto social que unos días atrás se empecinaba en rechazar, como si la política económica europea tuviese que estar supeditada al capricho doméstico del «cheque bebé», al despilfarro farmacéutico, a las ayudas para fomentar el clientelismo electoral o al abultado sobrecoste de nuestra función pública.

España es un problema económico mundial en el que han tenido que intervenir el Fondo Monetario Internacional, los países del euro y el propio Obama, porque el presidente del Gobierno de este país se ha resistido hasta ahora a aceptar la reducción drástica del déficit que le exigían los socios. Alguien se preguntará si se puede ser más irresponsable. Es posible que no.

Zapatero, ya lo sabemos todos, querría haber hablado con Obama de la Alianza de las Civilizaciones, pero la conversación más larga e intensa que ha tenido con él hasta ahora el presidente de los Estados Unidos ha sido el telefonazo del martes para apremiarle a tomar medidas resolutivas. Esto era sí o sí, después de lo de Grecia y la advertencia del lunes de Angela Merkel, cuando exigió un recorte del déficit adicional de 35.000 millones. Pero nuestro aprendiz de brujo se mantenía erre que erre: dando largas cambiadas y poniendo una vez más en entredicho la clarividencia, que Dios los coja confesados, de quienes se han empeñado en votarlo para dirigir este país.

Ya no se trata de empeñarse en ir por el camino equivocado, es que sólo nos van a permitir circular en una dirección. Eso o salirnos del carril de euro.