Mantener un cerebro activo, que permita estar siempre atento y con interés, es el sueño de todo humano para cuando entre en una edad avanzada. Muchas personas sienten como una amenaza la posible pérdida de memoria que acontece con la edad y, la aparición, cada vez más frecuente, de las demencias. Estas amenazas se pueden intentar combatir con una vida de constante aprendizaje, lo que significa leer, escribir, viajar y abrirse a los demás y al mundo.

¡Pero lo que hay que oír?! Ahora, en plena crisis económica (de la que todavía no hemos tocado fondo, por mucho que algunos políticos del Gobierno se esfuercen en proclamar lo contrario), nos dicen que el Senado va a derrochar más de un millón de euros en traductores de euskera, catalán, gallego y castellano. Y es que?, ¡no ganamos para sorpresas! ¿Es ésta la forma de reducir costes superfluos?

En España tenemos una lengua común: el español. Y toda persona nacionalizada española debe conocer este idioma, incluidas sus señorías los senadores.

En un inicio, el Senado romano fue una institución, en la que sus miembros eran personas entradas en la senectud y, por lo tanto, a quienes se otorgaba la creencia de que en ellos estaba depositada la sabiduría, dada la experiencia acumulada a lo largo de sus vidas.

Hoy en día, parece ser que nuestros senadores ya son incapaces de entenderse en nuestra lengua común y precisan de incontables traductores. ¿Habrán entrado en la etapa de la demencia senil?

Mientras un millón trescientos mil hogares españoles tienen a todos sus miembros en paro, da la horrenda sensación de que sus señorías se mofan del pueblo llano.

Impresiona que a sus señorías no les importemos los ciudadanos; ni cómo estamos viviendo la situación trágica del paro en España (20% de la población no tiene trabajo, cuando es un derecho constitucional); ni qué remedios hay que aplicar para salir de esta penosa situación (probablemente porque desconozcan cómo hay que hacerlo). Lo único que algunos sí demuestran es cómo despilfarrar los bienes de las escuálidas arcas públicas (dicho de otra manera: de todos los españoles), o cómo extraviar dinero a manos llenas, bajo el paraguas de los votos que obtuvieron en las urnas.

Propongo a sus señorías, los senadores, un buen desafío para mantener sus cerebros en forma: aprender idiomas. ¿Qué les parece la idea? Sí, señorías, porque aprender un idioma puede proporcionar satisfacción personal y confianza en las propias capacidades y posibilidades intelectuales. Un idioma nuevo se comporta como un vehículo placentero, a través del cual se puede mantener activo el cerebro. Y además, sus señorías evitarán el despilfarro público, y todos los españoles se lo agradeceremos.