Desde que conozco a Cascos, Francisco Álvarez-Cascos, tengo con este ilustre madrileño, naturalizado durante algunos años en Gijón, relaciones distantes pero respetuosas, como corresponde en una democracia madura entre personas de partidos opuestos.

En ocasiones su lenguaje me ha parecido excesivo, en otras incluso he comprendido que no le falta razón, como al protestar contra su propio partido por la mala custodia de su archivo. En cualquier caso, y aunque dado que no tiene posibilidades de ganar las elecciones regionales, conociéndole un poco, sé que se retirará pronto, lejos de mí, sin embargo, ningunearle.

Por el contrario, valoro mucho su influencia social en España y en Asturias por lo que no debo pasar la referencia despectiva, pronunciada a bombo y platillo en Zaragoza, de: «La España hemipléjica de dos velocidades».

Esa misma frase, referida a Europa, la pronunció, aquí, en Bruselas, el ex ministro galo de Justicia, Jacques Toubon. Fue en una sesión de la comisión JURI, del semestre de Presidencia francesa, en la pasada legislatura, en la que comparecía la entonces Ministra, la polémica Rachira Dati.

Pedí luego la palabra para advertir simplemente lo inapropiado del lenguaje, pues, en todo caso, aunque no tenga mucha velocidad en mi pierna plastificada por una prótesis, los hemipléjicos nos merecemos consideración. Esto, a veces, los que gozan de una fácil bipedestación no lo comprenden, pero es así.

Toubon se disculpó de inmediato y, al término de la sesión, Rachira, hoy diputada, y otro colega de la derecha política francesa se acercaron para mostrarme su respeto, en ese buen rollo que es norma en el Parlamento europeo, pero no siempre, desgraciadamente, en el español, algunas de cuyas invectivas e insultos tienen instigadores lamentables. El diputado francés, un jurista de primera, Alcalde también de un pequeño pueblo, me confesó que un nieto suyo padecía «autismo», que era muy grande la lucha que llevaban sus hijos y no podía soportar la referencia dolorosa de «Gobierno autista», tan frecuente en los medios de comunicación.

A Cascos no le puedo exigir disculpas, darlas nace de uno mismo si lo considera oportuno, pero sí advierto, desde ya, que, me temo los improperios e impertinencias que va a soltar todavía, antes de retirarse del camino de «una sola velocidad», iniciado junto al Pilar y sobre el que vaticino, no obstante, el freno y «la marcha atrás», por puro vértigo, antes de aproximarse a las nubes de Pajares.

Quizá la de la hemiplejía sea de las más insignificantes, pues ya se sabe cómo suele gastarlas. No tengo más remedio que advertirlo, con la sin duda vana pretensión de que busque sus adjetivos sin afectar a los que tenemos sus desprecios por palabras sustantivas, que afectan a nuestra naturaleza vital y al compromiso ineludible con otros enfermos de mis mismos males.

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