Pepiño Blanco, como estaba anunciado, presentó los ajustes económicos en el programa televisivo «La noria». Puestos a hacer el ridículo, me pregunto por qué no eligió «Sálvame» para aprovecharse del mensaje subliminal, teniendo en cuenta la que nos viene encima y la necesidad de algo a lo que agarrarse. Por muy benéfica que resulte la audiencia de la telebasura, es difícil imaginarse a un ministro de una democracia avanzada hablando de la grave situación económica en un debate de cotorras, que se nutre habitualmente de rumores y casquería, en el que la tertulia la forman no ya periodistas sectarios, sino auténticos hinchas partidistas. Evidentemente, hay otro tipo de escenarios más adecuados para hablar de este tipo de cosas, pero no seguramente para Pepiño, que se sintió a gusto, como él mismo dijo en el «pograma», y descalificó la doble moral de quienes se mofaron de su presencia en un foro tan prestigioso.

En fin, a mí lo que me habría gustado es que el ministro de Fomento, aprovechando la gran audiencia de «La noria» o de cualquier otro «pograma», explicase a los españoles por qué son los pensionistas y, en último caso, los funcionarios con menor poder adquisitivo los que tienen que sufrir los recortes y no los ungidos del partido, los que ocupan las covachuelas del poder a costa del contribuyente. Todo eso forma parte del llamado gasto social, al igual que los fondos de reptiles, y supone un desembolso importante para el erario. Y, además, no está justificado. Me refiero también a los traductores del Senado, al despilfarro en los canales autonómicos y en las distintas administraciones, al dinero que se llevan los partidos y los sindicatos. Ahí es donde tendrían que meter tijera. ¿No lo ven así?