Rajoy se opone con rotundidad a la congelación -que es bajada- de las pensiones. El Pacto de Toledo es sagrado o, si se quiere, antes de reconsiderarlo hay que revisar mil cosas más. Y en cada comunidad. Y esas revisiones tiene que hacerlas el PP a través de sus candidatos para las elecciones del año que viene.

Hay que revisar, por ejemplo, esa fila de cochazos oficiales, aparcados en Suárez de la Riva. ¿Es que los jerarcas socialistas no pueden ir a trabajar como todo el mundo, andando, en autobús, tren o coche particular?, ¿tan soberbios, pagados de sí mismos y abusones son?, ¿cuántas pensiones casi de hambre hay que congelar para que los popes de la casta progre vivan como marajás?

No es demagogia, cualquier derroche siempre es escandaloso y ahora criminal si al tiempo se recortan las pensiones. Esas denuncias y mil más le corresponde hacerlas ya a Francisco Álvarez-Cascos, y a ver cómo se defiende Areces o el nasciturus Fernández.

Y qué decir de los 266 millones de pesetas que se gastó Areces en su despachazo de la Laboral, a sólo 28 kilómetros de la sede oficial. ¿Con qué cara lo va a explicar mientras deja al borde del hambre a miles de pensionistas?

El despachazo y, en fin, la Laboral entera: hay que liquidarla, dar apenas seis horas para que la desalojen, poner un candado en la puerta y se acabó. Se ahorrarían miles de millones de pesetas y no habría que congelar ni una pensión. Ah, y los prebostes de ese tinglado que estos días están en Cannes, de juerga en juerga, muertos de risas, vinos y rosas, que se queden por allí a su costa. Que no vuelvan.

Esta misma semana, hoy mismo, Álvarez-Cascos debe empezar a ejercer como candidato porque se nos está cayendo el cielo encima y no puede permanecer Asturias a expensas de las decisiones de los perezosos y maniobreros burócratas de Génova.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente la «Sinfonía incompleta», de Schubert).