Rajoy quiere saber qué apoyos tiene Zapatero para aprobar el tijeretazo a las pensiones, la dependencia y los salarios públicos que anunció la semana pasada en el Congreso, y si no los tiene cómo piensa conseguirlo. La pregunta, en mi opinión, es pertinente pero incompleta. La economía y el paro nos tienen a los españoles con los pelos como escarpias. Lo que necesitamos no es más adrenalina, sino un poquito de tila. Y esta pregunta, en mi modesta opinión, debería haber llevado aparejada la alternativa del PP -a cambio de qué en concreto apoyaría Rajoy a Zapatero, pero que sume 5.000 millones de euros, ¿eh?- para no asustar aun más a la gente.

Los líderes políticos caminan a dos palmos del suelo, sobre moquetas y en coche, viven en un mundo distinto. No se dan cuenta de que sus actos desencadenan automatismo, cuando el fin que se persigue es noble, o razonable, o conviene al país aunque implique sacrificios, como ocurre con la imperiosa necesidad de reconducir el desbarre del déficit, los ciudadanos tendemos a pensar que los políticos sólo pueden responder con un cierre de filas, o al menos el Gobierno y el principal partido de la oposición. Confundimos lo razonable con lo político. El bien común y el bien partidario no siempre coinciden. En días como hoy pienso que, en realidad, casi nunca.

Tengo que reconocer que hasta que he escuchado el emplazamiento de Rajoy a Zapatero ni me he planteado que el líder de la oposición pudiera no apoyar al presidente del Gobierno en la guerra contra el déficit sin darnos «la cuenta» alternativa, la de los 5.000 millones, repito. Inconscientemente al menos, el automatismo asociado a lo que cabe esperar de un líder ante una emergencia «de Estado» lleva a dar la acción conjunta por hecha, una vez superadas las diferencias de buena fe. Como si fuera imposible que alguien que ha gobernado y que quiere volver a hacerlo, como Rajoy, se arriesgue a arrancarle la hebilla al paracaídas del presidente del Gobierno en lugar de ayudarle a tirar de ella con las dos manos; de obligarle si es preciso. Claro que es Zapatero quien tiene que rectificar, pero por supuesto que se le puede «ayudar», ¿qué ha sido si no la llamadita de Obama? Estamos juntos en esto, o nos salvamos juntos o nos la pegamos todos, yo creo que aquí no vale silbar. Pero también es verdad que con la dialéctica entre la lucha por el poder y el sentido de la responsabilidad de los políticos hace ya tiempo que me hago un lío.