Cada cierto tiempo las autoridades de Marruecos reclaman Ceuta y Melilla. A veces los portavoces gubernamentales, o del propio Rey, lo hacen alzando la voz, y en tono cuasi amenazador, otras en tono almibarado, diciendo que España es su amiga y que precisamente por eso los dos países deben de sentarse a tratar sobre Ceuta y Melilla. Precisamente ahora toca esta segunda versión, la de que somos amigos.

Y es que el primer ministro, Abbas El Fassi, ha dejado dicho en la Cámara de Representantes de su país, que Marruecos y España deben de iniciar un diálogo que ponga fin a la «ocupación» de Ceuta y Melilla y de las islas cercanas. Está visto que Perejil les continúa doliendo.

La vicepresidenta De la Vega ha respondido que Marruecos sabe cuál es la posición española sobre Ceuta y Melilla, y que no hay nada que hablar al respecto. Eso sí, la vicepresidenta lo ha dicho también con tono amistoso. Claro que lo que cabe preguntarse es por qué precisamente ahora Marruecos plantea su reivindicación sobre Ceuta y Melilla. La respuesta es que, además de ser un planteamiento recurrente, esta reivindicación suele responder a cuestiones de política interna de Marruecos, pero también creo que las autoridades del país vecino periódicamente toman la temperatura al Gobierno español de turno, tensan la cuerda para saber cómo están las relaciones de fuerza entre ambos países y por tanto hasta dónde pueden llegar.

Marruecos no perdonará jamás a José María Aznar que les desalojara de Perejil y sin duda le pasó factura. Ahora que nuestro país sufre una crisis económica sin precedentes y que la figura de Rodríguez Zapatero se tambalea, autoridades de Marruecos han debido de pensar que es el momento de echar un nuevo pulso a España. De ahí las declaraciones del primer ministro, Abbas El Fassi.

Es evidente que la relación más difícil que tiene España es con Marruecos. Es nuestro vecino del sur, y con capacidad para hacernos unas cuantas faenas. Sin la permisividad de las autoridades de Marruecos habría sido imposible que desde años surquen las pateras, por poner un ejemplo. Pero que los vecinos sean difíciles y hagan faenas no significa que no debamos de hacer lo imposible por entendernos con ellos. Eso es lo que desde siempre viene haciendo la diplomacia española con paciencia y mano izquierda.

Ahora, una vez más toca responder que se olviden de Ceuta y Melilla. Toca recordar que estas dos ciudades eran españolas antes de que Marruecos existiera. Toca recordar que no son «colonias». Toca recordar lo evidente, aunque el Gobierno prefiere hacerlo amablemente para evitar el choque con este vecino tan peculiar.

Pero Marruecos ha ido haciendo su propia política durante años, y cualquiera que pasee hoy por Melilla no sabrá a qué lado de la frontera está porque la ciudad está amortiguándose a pasos agigantados a causa del aumento de la población del otro lado de la frontera, y esto responde a la propia política marroquí.

A mí me parece que con Marruecos la única política posible es la de las buenas relaciones, la de intentar ser buenos vecinos, la de poner en común lo que nos une, pero también me parece que además nuestros queridos vecinos deben de saber que hay una línea que nunca se les va a permitir traspasar. Saber donde está cada uno es garantía de buenas relaciones. Y por eso el Gobierno español, una vez más, tiene que dejarle las cosas claras al vecino del sur.