El ministro José Blanco ha comparecido en la Comisión de Fomento del Congreso de los Diputados y ha lanzado una frase majestuosa, poética, melancólica: «Ya nada volverá a ser como antes». Reconocerán ustedes que su intensidad es equiparable a la mítica afirmación que Rick Blaine pronunció ante Ilsa Lund en «Casablanca», después de que los nazis entraran en la Ciudad de la Luz: «Siempre nos quedará París».

Dicen además que Pepe Blanco está encantador estos días, pese a la dureza de las jornadas de recortes económicos. Así como a Zapatero se le ven las espaldas cargadas y se le escucha el verbo más ralentizado -aunque no se engañen del todo, porque es un fingidor muy perfeccionado-, al de Palas de Rei se le percibe exultante y deseoso de contarle a todo el mundo cómo es esto del recorte. Y por si fuera poco, al contrario de lo que sucede con los restantes ministros, es el único cuyas afirmaciones no se contradicen con las de Zapatero, de modo que es como si escucháramos al Presidente mismo decirnos eso de que el porvenir ya no tendrá nada que ver con lo que habíamos conocido hasta ahora.

Pero hay otros diálogos. Más o menos cuando Humphrey Bogart le dice a Ingrid Bergman que el mundo podrá derrumbarse, pero que ellos conservarán la memoria histórica parisina, la joven ya le había preguntado: «¿Son los cañones alemanes, o los latidos de mi corazón?» (esta frase sería cursilísima en cualquier película de la historia del cine, menos en «Casablanca», dicho sea de paso).

Viniendo a nuestro paralelismo es como si Pepiño le hubiera preguntado a Zapatero: «José Luis, ¿esas voces al teléfono son de Obama y Merkel o es ese cántabro montaraz de Revilla?». Entonces, aturdido por la bronca exterior, al Presidente se le va la pinza y confunde fugazmente a Blanco con la ministra Salgado: «El otro día, en la reunión del Ecofin, observé que los alemanes iban de gris y tú vestías de azul; ¿es que te ibas después a "La Noria "?». Evidentemente, sólo cabría una respuesta: «José Luis, no me jodas».