El presidente del PSE, Jesús Eguiguren, es el padre intelectual del anterior proceso de negociación con ETA; los hechos demostraron que nada de lo que él creía era cierto: no había fruta madura y la cosecha sólo se salvó por los éxitos policiales espectaculares que posteriormente a aquel proceso consiguió el ministro Pérez Rubalcaba.
Jesús Eguiguren está tan sumergido en el mundo aberzale que es víctima de un síndrome de Estocolmo que le hace confundir permanentemente los deseos con la realidad. Y no tiene curación posible.
Ahora quiere ponerle una alfombra roja a Batasuna para que la ilegalizada organización cumpla sus obligaciones constitucionales, y lo hace en un momento en que la derecha más dura, empezando por Jaime Mayor Oreja, está sosteniendo la tesis de que existe un proceso negociador con ETA, que ahora se ve alimentado por las increíbles manifestaciones del presidente de los socialistas vascos.
Prueba de las disparatadas manifestaciones de Eguiguren es que tanto el lendakari López como el ministro Rubalcaba han salido en tromba a desautorizar al político vasco.
La afirmación básica de Eguiguren es que la calidad de la democracia vasca mejoraría con la presencia de Batasuna en las instituciones, y en consecuencia habría que colaborar y negociar con ella para que hiciera los deberes que le corresponden.
Niego la mayor: la calidad de la democracia vasca es excelente y sólo necesita que desaparezca el terrorismo de ETA, y ese proceso es independiente de la ayuda que Eguiguren le preste a Batasuna. Todo el que quiera participar en la vida pública institucional tiene su sitio con el cumplimiento de la ley. Y quien no la quiera cumplir, sin enchufes ni ayudas de nadie, no puede mejorar la calidad de nada.
Eguiguren le acaba de hacer una vía de agua al presidente Zapatero en el único barco que no estaba tocado u hundido: el de la lucha antiterrorista; lo mejor que podría hacer Jesús Eguiguren es retirarse ya de la política activa e intentar ganarse la vida como cualquier español: con un trabajo corriente.
