Acertaba Felip Puig, secretario general de CDC (Convergencia Democrática de Cataluña), cuando denunció hace más de un mes las maniobras del presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, para lograr que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña coincidiera con los impopulares recortes del gasto público, de los que van a salir particularmente afectados los funcionarios, los pensionistas, las madres lactantes y los pobres del Tercer Mundo.

Según Puig, Zapatero habría influido en la presidenta del Constitucional, María Emilia Casas, ya en su tarea de elaborar por séptima vez una sentencia con el apoyo mayoritario de los magistrados, para que ésta alumbrase el fallo antes del verano, a fin de no pasar por dos causas de desgaste político. Primero, por las medidas anticrisis. Y luego, por una sentencia sobre el Estatut que, tal y como se habían puesto las cosas, iba a ser de todos modos polémica. Así, las dos causas de desgaste han coincidido y éso permite a Zapatero tratar de crear las condiciones de una eventual remontada tras el verano.

Y mientras el presidente del Gobierno y líder del PSOE ya mira las vacaciones como un burladero que le libre de nuevas embestidas, le pasa el marrón a la clase política catalana, que está en vísperas de unas elecciones autonómicas. Como si lo del fallo del Tribunal Constitucional contra una parte del Estatut no fuera con él. Como si quisiera olvidar de repente que en su día lo apadrinó y, después de haber colaborado en su alumbramiento, se hartó de defender su encaje constitucional.

Ahora pretende lavarse las manos. No se da por aludido. Se limita a pedir el acatamiento de la sentencia y envía a su gente a pregonar que sólo una parte mínima del Estatut ha sido reprobada por al alto tribunal. Total, sólo 14 artículos de 223. Y de esos 14, sólo uno en su totalidad (el 97). Ese es el discurso desplegado estos días por los ministros de Zapatero y los dirigentes del PSOE. Es como celebrar que sólo te has quedado tuerto pero no ciego.

De todos modos, aún no conocemos la literalidad de la sentencia. De lo que se ha ido filtrando, sabemos que se alude en numerosas ocasiones a la «indisoluble unidad de España» para compensar que en el Preámbulo se mantiene la referencia a Cataluña como nación, según el Parlamento autonómico, y a la «realidad nacional» de Cataluña como «nacionalidad», según la Constitución Española. No sólo para despejar cualquier duda a la hora de interpretarlo. También para prevenirse frente a las tesis que tienden a convertir el Estado de las Autonomías en un Estado plurinacional. Ésa es, a mi juicio, la fibra sensible que acaba de tocar el Tribunal Constitucional, con enorme disgusto para los nacionalistas. Y para el president, José Montilla, que estos días compite en aspavientos con los nacionalistas de toda la vida.