El exceso de tráfico de vehículos a motor atribula de tal modo a las ciudades contemporáneas que más temprano o más tarde las autoridades tendrán que abordar de manera drástica los problemas crecientes que origina, entre los cuales el de la salud de los ciudadanos no es menor.

El Ayuntamiento de Gijón acaba de presentar una nueva guía que orienta sobre el uso de la bicicleta y sus rutas posibles a través del casco urbano y de la zona rural del concejo. Al mismo tiempo, el área de Urbanismo ha anunciado que el nuevo Plan General de Ordenación (PGO) exigirá en los edificios de nueva construcción un lugar accesible para que los vecinos puedan estacionar sus bicicletas.

Son pequeños pasos todavía, pero significativos, aunque su eficacia sólo será tangible si se encadenan con otras medidas, como es el caso de la retirada paulatina del tráfico de vehículos a motor en las zonas más castigadas de la ciudad.

La toma de conciencia sobre los problemas derivados del tráfico es creciente. Los efectos de la contaminación atmosférica sobre la salud de las personas son cada vez más notorios, según los especialistas en enfermedades respiratorias o de tipo cancerígeno. En este terreno, Gijón es ciudad que experimenta en algunos momentos y lugares altos índices de contaminación ambiental y sonora, según los parámetros de los organismos internacionales.

Por tanto, la sustitución de una parte del parque móvil convencional por vehículos o motocicletas eléctricas y por bicicletas ha de ser una tarea progresiva. Evidentemente, no se ha de caer en la ingenuidad. Reemplazar el omnipresente sistema de los hidrocarburos por otras fuentes de movilidad no es sencillo, pero ésta será probablemente la tarea del futuro posterior a la recuperación de la presente crisis económica.

No obstante, aunque un objetivo de la mejora de las ciudades se centra en el tipo de vehículos, el otro es más netamente urbanístico y dependiente de la organización del tráfico urbano. Gijón pasó por una época de señaladas peatonalizaciones que en su momento despertaron suspicacias ciudadanas. Sucedió con la más antigua de ellas, la de la calle Corrida, hace unos 25 años; sin embargo, hoy nadie se atrevería a reclamar que la principal calle de la ciudad fuera transitable por los vehículos.

Sin embargo, la etapa de las peatonalizaciones gijonesas parece haberse ralentizado e incluso detenido. Más bien el Ayuntamiento ha optado por una operación en sentido contrario, mediante el plan de avenidas dotadas de estacionamientos subterráneos. Dichos aparcamientos son sin duda una solución para el problema del estacionamiento de vehículos, pero a la vez actúan como elemento atrayente del tráfico. No obstante, dicho plan incluye el trazado de carriles bici en diversos tramos, lo cual compensará en parte el predominio de vehículos.

Con todo, que el ciudadano opte por la bicicleta más como elemento práctico y cotidiano que artículo de ocio dependerá todavía de que se le ofrezca mayor seguridad y comodidad para su uso. Una futura ordenanza del tráfico de Gijón debería añadir nuevos avances en ese punto, al tiempo que se adopta el criterio de que limitar parcialmente la circulación de vehículos a motor es una mejora para la ciudad. El desafío del tráfico ha de ser abordado con decisión por el poder municipal en una ciudad que aspira a ser cada día más saludable.