Había una vez un clásico de la tele llamado «El Libro Gordo de Petete», que fue muy famoso, allá por la década de los setenta del siglo pasado.

Por aquel tiempo, en Avilés, existía una gran actividad fabril de empresas de acero, vidrio, cinc y aluminio que rodeaban la histórica villa. Era, entonces, la ciudad asturiana una tierra prometida, un El Dorado, para miles de personas que -casi de repente- llegaron aquí, de toda España, en busca de trabajo. Que lo había.

Pero también enormes carencias sociales. Y dice la historia que hubo que hacer -a toda pastilla- muchas cosas, muchas casas, muchas escuelas, muchos etcéteras.

Había excepciones, por ejemplo en materia de deportes, porque existía la Asociación Atlética Avilesina, club modélico, por la gran cantidad -y calidad- de actividades que generaba.

Estaba dirigido por un gran tipo, llamado Fructuoso Muñiz, al que todos conocían como «Toso». Tanto él como sus directivos -a mí al menos- me dieron un ejemplo de trabajo por amor al arte, con unos perendengues que van de aquí a Lima. Y nombro, hasta donde alcanzan las ruinas de mi memoria, a Vicente Gómez, los hermanos Gago, Agustín González, Jorge García Pravia, Margarita Cuervo-Arango, Román L. Villasana, Acacio Fernández-Puente? y a José Antonio Suárez, al que todos conocemos como «Pepete».

El programa televisivo al que hacía mención al principio mostraba una gran enciclopedia llamada «El Libro Gordo de Petete», porque Petete lo sabía todo.

La Atlética Avilesina, fundada en un banco -lugar de asiento, no de negocios- del parque del Muelle, en 1932, acumula un libro gordo de trabajo descomunal, de esfuerzos sociales impagables en el campo deportivo. Y miren ustedes, que hoy a mí me da por escribir, que todo eso casi se puede reunir en una persona que sigue en el tajo y al que conocemos como Pepete. Y que lleva consigo el libro gordo de la Atlética. Que, en méritos, pesa la leche.

Porque Pepete lo sabe casi todo: como atleta, como directivo y como entrenador todavía ejerciente a sus 78 años. El otro día, en una grabación, me confesaba la atleta Alba García que para ella era como un padre.

De toda la gente nombrada aquí, Pepete queda como muestra ejerciente de tipos dedicados a producir otros tipos sanos y alegres. A gente así, como Pepete, cuando se les conoce se les admira, pero ha de verse también ese echar el bofe, esa labor oscura, solitaria, de presiones e incomprensiones.

Ellos sí que se merecen lo que ganan: millones de cariño de mucha gente.

Que lo sepan.

http://blogs.lne.es/vialactea/