Esas fotos oficiales de los gobiernos formados delante del Palacio de la Moncloa con el Presidente en cabeza siempre me recuerdan a los grupos corales, y viceversa. El otro día en el pregón de Santiago, en Sama, presenciaba la actuación del «laureado» Coro Santiaguín y no podía menos que imaginarme a Pepiño Blanco cantando «Soy de Langreo» y al resto de sus colegas ministeriales replicando «esi mandilín que me diste ayer, ya lo recosí, ya lu remendé», todos ellos bajo la batuta del maestro Zapatero. Y observando, en mi ensimismamiento, al coro langreano no dejaba de hacerme algunas preguntas. El libro ese que lleva cada miembro (y miembra, en su caso) y que mantienen abierto ante sus ojos durante la actuación ¿pa qué sirve? Estoy en la duda porque ye que ninguno mira pa él, así que debe de traer algo así como el menú o la carta de los restaurantes, pa ir después a comer, o a cenar. Así ya van eligiendo. De hecho, cuando yo era un neñu, un día que fui con mi padre a un restaurante, cuando el maitre (o como se llame esi de la tarabica que pon una mano atrás como si quisiera guardar algo) nos ofreció dos libros de esos, la carta, dijé-i yo «y usté ¿dónde canta?». Claro no taba yo muy acostumbráu a eso de andar por los restaurantes.

Y el director (o directora) ¿pa qué sirve?, porque tampoco mira nadie pa él o pa ella. Esi sí que debe de ser un adornu. O a lo mejor sirve solo pa llevar les hosties de la crítica si alguien desafina o los bajos tan muy altos. Eso sí, cuando terminen la canción ye cuando da la vuelta y to los del público y puén ver el careto. Así ye que los chicos del coro no miren ni p'al libru ni pal dirigidor. De hecho no miren pa ningún lao. Tienen la vista como perdía en un puntu del horizonte indefiníu. Tan todos como poseíos por un espíritu líricu. Claro, como canten les mismes siempre, saben to les canciones de carretilla. Puén cantales hasta durmiendo, o borrachos. ¿No ven como, después del acto, van a tomar sidra y no lleven libru ni director, canten otres canciones y hácenlo como los ángeles? Pues la respuesta ye esa: que son unos profesionales. Igual que el cocineru del restaurante, que pa hacer la fabada no necesita del libru de Maria Luisa ni del chef pa que-i salgan como a mi güela.

Duke piensa que con los chicos del Gobierno pasa otro tanto de lo mismo. No necesiten el libru de instrucciones ni el director, porque son unos profesionales del cante. Aunque, en esti casu, ye él, el Presidente, el que lleva les de perder, porque mira que haylos (as) que desafinen. Luego la actuación ye un desastre, merecedora de una buena tomatina, y el baranda diz que la culpa tiénla el repertorio que no ye el apropiáu y ta obsoletu. Que van a incorporar uno nuevu, cuando lo que teníen que hacer era cambiar los músicos y poner un nuevu director. Canten muy mal, cada vez peor. Hacíayos falta un buen «Voncarayan» y algunes voces nueves.