En tiempos de mayor confianza en la política, el suspenso de algún líder cuestionaba el conjunto de la actividad partidista. Qué pensar cuando ni uno solo de ellos se acerca de lejos al aprobado, según demuestra el último barómetro del CIS. Ahora mismo, ningún político español alcanza una valoración por encima de cuatro, que constituiría en sí misma una descalificación de su tarea. Tampoco hay ninguno que alcance el 3,9, ni el 3,8. Rebajando las expectativas hasta el 3,7 emerge Duran i Lleida, un oasis que prevalece contra la animadversión a Cataluña y a los nacionalistas. En circunstancias normales, el representante de CiU en Madrid debería preocuparse por su desastrosa cotización. En medio del naufragio actual, alza los brazos como un campeón en el torneo de la mediocridad.

Rosa Díez podría felicitarse de ser la segunda líder mejor valorada de España, pero sólo recurriendo a la abstracción de omitir su 3,69, un suspenso sobresaliente y más acusado cuando se considera que UPyD ejerce la descansada disidencia. Para encontrar al presidente del Gobierno hay que humillarse hasta el 3,48, que deja a Zapatero sin más opción que desconfiar del CIS o de la volubilidad de sus conciudadanos. Si cree en la encuesta, admitirá que no se puede gobernar en medio de esa desconsideración popular. Su consuelo vuelve a centrarse en Rajoy. El 3,14 al jefe de la oposición obliga a tramitarle aceleradamente un sustituto. Con la crisis desatada, el Gobierno obligado a ejecutar una política de derechas y el PP superando en seis puntos al PSOE, el candidato alternativo es un lastre que la derecha no se puede permitir. Si presentaran a un aspirante en condiciones, los conservadores arrancarían los veinte puntos de ventaja que tendrían su correlato en la dramática situación económica.

El recorte político ha sido más brutal que el laboral. Con los líderes en la frontera del tres y en caída libre, se puede pronosticar con relativa certidumbre que no habrá un tercer Zapatero-Rajoy. La democracia no lo resistiría, además del fraude que ese cartel reportaría a la sociedad del espectáculo. El CIS acaba de dictaminar el peligro de la eventual reiteración, que alejaría de la participación política a una proporción acusada de la población. Al igual que ocurre con las cifras del paro, la preocupación no se ciñe a las cotizaciones actuales, sino a la inexistencia de motivos que permitan avizorar una mejoría. Ante la imposibilidad de proseguir con la dieta de las dos últimas elecciones generales, adquiere especial relevancia el «me cueste lo que me cueste» del presidente del Gobierno. Afronta el sacrificio, mientras su sempiterno rival insiste en el inmovilismo y en pasar desapercibido.

El PP creyó, como los Republicanos en Estados Unidos, que no le afectaría su campaña de descrédito de la actividad pública. El sondeo afirma todo lo contrario, hasta el punto de que los encuestados consideran que la situación política supera en gravedad a la económica, y detectan más perspectivas de mejorar la segunda que la primera. El argumento conduce de nuevo al surrealismo de un tercer Zapatero-Rajoy. La extinción más lógica de esta dualidad consistiría en que el presidente del Gobierno perdiera ante un candidato de la derecha mínimamente aplaudido por sus huestes, pues todas las encuestas coinciden en que el actual candidato popular genera desconfianza en la mitad de sus votantes. Sin embargo, el péndulo de la actualidad se halla más cerca de medir a Rajoy con un socialista distinto de Zapatero.

El desprecio -porque menosprecio se queda corto- a los líderes políticos se acentúa en el caso de los ministros. Ya hay una ministra instalada en el dos, aunque sea tan irrelevante como González-Sinde. Sin embargo, la estupefacción ante el ejecutivo se debe al nulo conocimiento de sus integrantes, en la era del ciclo informativo de 48 horas diarias. Hasta ocho ministros no son valorados por la mitad de los encuestados, por falta de datos. Trinidad Jiménez, presentada hoy como la descubridora de la vacuna bipartidista y como un factor de arrastre electoral, es una perfecta desconocida para uno de cada tres españoles. Con sólo dos miembros del gabinete por encima del listón del cuatro de valoración, la llegada de nuevos ministros en una crisis de Gobierno servirá a la mayoría de contribuyentes para descubrir la existencia de los ministerios en cuestión.