El lunes, un historiador argentino me manifestó su sorpresa por el homenaje que dispensamos a los batracios en Asturias, bautizando al más grande de ellos con el nombre de Ranón. Tuve que deshacer los dos entuertos: Ranón es pueblo, pero nunca aeropuerto internacional de Asturias.

Pero el martes comprendí que llovía sobre mojado al leer que de Soto del Barco subrayan la gran importancia ecológica de un humedal y que el croar de sus originales ranas, las de San Antón, podría ser utilizado con fines turísticos.

Sabemos que bastantes viajeros llegan a Asturias, principalmente, por ver -en directo- las coyundas entre el oso cántabro «Furaco» y las osas asturianas «Paca» y «Tola». Fenómeno mediático que siguen alimentando las revistas rosas («osas», en este caso) y el periodismo amarillo.

El Principado, ya en 2006, contrató los servicios turísticos del famoso oso Yogui y su inseparable Bubu. Asturias y sus «maravillosos paisajes, cultura y gastronomía asturiana» fueron esparcidos en las teles de la mano de estos animales.

En Colunga está el Muja, museo jurásico que ha sembrado la controversia, amplificada por la revista «Quo», que muestra dos esqueletos de tiranosaurio copulando y que plantea: «Al ver dicha imagen es imposible evitar preguntarse: ¿cómo era la vida sexual de estos colosos prehistóricos asturianos?». Pasión prehistórica.

Por otro lado, tenemos la pesca de la trucha y del salmón, como turismo activo. Y las visitas guiadas a la rula de Avilés, como turismo pasivo.

Precisamente, en Avilés los turistas se quedan pasmados cuando las señoritas que los guían les muestran, entre capilla gótica y palacio barroco, la estatua -en el parque más clásico de la ciudad- de una foca. Y luego pueden ver multitud de réplicas de este animal artísticamente coloreadas (Avilés Seal Parade) en el colosal parque de Ferrera. Surrealismo bendito.

Ya no voy a hablar del Acuario de Gijón, pero sí del Aula del Mar de Luarca, que presume de ser el «museo de calamares gigantes más importante del mundo». ¡Más madera!

Y, sin embargo, de las aves nada. Y del AVE ni te digo.

Hasta estos días, en los que acaba de aterrizar en Gijón el famoso cuervo Rockefeller, personaje estrella del ventrílocuo José Luis Moreno, ahora productor de espectáculos, que quiere convertir la Laboral en una especie de «Zara cultural» y hacer de ella referencia turística mundial.

Algunos maldicen y hablan de animalada con todas las de la ley. Bueno, legalmente, ha sido contratado por el Gobierno del Principado de Asturias.

Por todo ello, esto de los animales -racionales e irracionales-, Asturias tiene mucha garambaina.

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