Al mismo tiempo, se comparó esta actitud claudicante con la actitud gallarda del Gobierno de Sarkozy, que emprendió una acción armada contra los secuestradores de un ciudadano francés. Ocho terroristas murieron en la operación y como represalia al rehén le cortaron la cabeza. Sarkozy fue muy criticado en su país y, para defenderse, dijo que no siempre el pago de un rescate es la mejor vía para resolver una situación de ese tipo. Sus palabras fueron interpretadas en el sentido de que eran una crítica contra Zapatero, aunque luego el propio presidente francés felicitó al español por el buen resultado de su gestión.

No quiero ni pensar lo que hubiera ocurrido aquí si el Gobierno español emprende una acción de comando parecida a la del gobierno francés y al final le cortan la cabeza a los dos cooperantes catalanes. Sobre todo, después de saber lo que se dijo de ellos en algunos medios madrileños de forma tan despectiva como ofensiva (cooperantes de pacotilla, turismo de aventura progresista, etcétera, etcétera). Como remate de las sucesivas campañas demagógicas contra el catalanismo político y financiero, estaríamos al borde de la secesión. Desconozco si los cooperantes catalanes, incluida la señora que se convirtió al Islam para salvar el pellejo, son progresistas a la violeta, y si practican el turismo de aventura, pero en cualquier caso merecen ser defendidos por su Gobierno en la misma forma en que lo sería un turista secuestrado por mucho que lo criticásemos por meterse en la boca del lobo un tanto irresponsablemente. Y desconozco también si el dinero de su rescate procede de las arcas del Estado (las mismas que dedican miles de millones a salvar a la banca de sus errores) o de una colecta entre allegados y simpatizantes de los secuestrados.

Asusta oír y leer algunas cosas pero también asusta constatar cómo el veneno de la insidia cala entre la población. En una casa de gente muy fina, donde estuve de visita, la señora se manifestó en estos términos: «Ni un euro de nuestro dinero para esa gente. Y si lo necesitan, que Montilla pase la gorra para recaudarlo». «¿Y si no llegase a tiempo y los bandidos les hubieran cortado la cabeza?», me atreví a insinuar. «Muy lamentable -dijo la señora displicentemente-, pero se lo tendrían merecido». De una manera insensata estamos cargando la pila de un patrioterismo rancio que utiliza cualquier pretexto para agitar el enfrentamiento civil. En el caso de los guardias civiles muertos en atentado en Afganistán o en el caso de los activistas canarios agredidos en el Sahara por la Policía marroquí.

Asusta un poco oír y leer lo que se dice y lo que se escribe sobre la liberación de los cooperantes catalanes en el África subsahariana. Y algo parecido ocurre con la muerte de tres españoles, dos de ellos guardias civiles, en Afganistán. En algunas radios y en algunos periódicos se afirmó que el Gobierno no debería haber accedido a negociar el rescate mediante una cantidad de dinero aún sin determinar ya que ese dinero estaría supuestamente destinado a financiar otras actividades del terrorismo islámico en todo el mundo, entre otras la que condujo a la muerte de dos militares y del traductor que los acompañaba (da la impresión de que los terroristas disponen de una caja única para su contabilidad y pueden transmitir velozmente los ingresos de un país a otro como si de un moderno banco se tratase. De Al Quaeda del Magreb a los talibanes).