En un memorable capítulo de la serie de la BBC «Yes, minister», el secretario permanente de un Ministerio ilustra al secretario particular del ministro sobre la volatilidad de las encuestas de opinión pública; tras encadenar dos series distintas de preguntas certeramente orientadas, el primero consigue que el segundo se pronuncie alternativamente a favor y en contra de una misma proposición.

Sin llegar a tal extremo de caricatura, lo cierto es que los medios de comunicación suelen presentar resultados divergentes en los sondeos preelectorales, en coincidencia con la respectiva adscripción partidaria. Sea por el deseo de influir en el voto, sea para contentar a la propia audiencia con un mensaje positivo, lo cierto es que tales encuestas anticipan la paradoja de la noche electoral, aquella en la que todos ganan.

Tales pecados no deberían acontecer en los institutos de opinión institucionales, adscritos a la Administración pública, que tienen por misión suministrar datos de todo tipo a los gobiernos y a los parlamentos para afinar sus políticas. Aunque la predicción electoral sea la menor de sus tareas, es la de mayor visibilidad pública, y por ello cabe esperar que se maneje en ella con las precauciones de la mujer del César. Un mandato que también vale para el español Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que suele sacar buena nota en el examen que cuenta: el que relaciona el último sondeo con los resultados electorales.

Por ello resulta especialmente dañino lo sucedido en las últimas semanas: la vicepresidenta De la Vega ha destituido a la directora, Belén Barreiro, porque en su momento se opuso a cambiar la fecha del trabajo de campo para el barómetro político de julio, al objeto de que recogiera el impacto del debate de política general en las Cortes. Barreiro acabó sucumbiendo a la presión, pero las relaciones quedaron tocadas, y finalmente la Vicepresidenta la sustituyó por pérdida de confianza. Ambas cosas, la interferencia inicial y el castigo posterior, cargan el prestigio del CIS con una mancha innecesaria (más manchan al Gobierno, claro está, pero va tan sucio que no se le va a notar). Para mas inri, al final los resultados del barómetro fueron igualmente desfavorables para el PSOE, que quedó en intención de voto 6,3 puntos por debajo del PP, por lo que cabe plantearse la duda de si De la Vega botó a Barreiro por su inicial reticencia, o bajo los efectos de la irritación al comprobar que la maniobra le salía por la culata.