Las rebajas de verano van a seguir, parece, durante todo el año, y no sólo en Mercadona. Nada va ser lo que era, y menos que nada la crisis, que nadie sabe muy bien si está concluyendo su ciclo o volviendo a empezar, en su eterno retorno de lo mismo, con la cadencia circular de un vals. Lo único claro de la crisis es que los ricos son cada vez más ricos y que Botín sigue comprando bancos, como si todos los miles de millones evaporados estos años los guardara el santanderino en sus cajas fuertes. Y que el personal se distrae de la adversidad aumentando el consumo de televisión, que en España bate récords. Gracias a «Las chicas de oro», al efecto placebo de le tele, no se espera ninguna revolución de las masas empobrecidas antes de fin de año. Hasta María Antonieta hubiera salvado hoy la cabeza, de haber contado Luis XVI con una docenita de canales.

Zapatero se ha puesto también él mismo de rebajas, una buenísima noticia, ya que el Zapatero auténtico, el de antes de la llamada de Obama, era un peligro público y, sobre todo, un pozo de tontería. Si Zapatero actúa ahora en contra de sus convicciones, eso quiere decir que está en el buen camíno. La deszapaterización de Zapatero es lo mejor de la pasarela de este otoño que acaba de empezar, y nos devuelve la esperanza. La izquierda retórica, amante de los gestos más que de un plato de sopa, lo está despellejando, pero la realidad de los españoles lo agradecerá. Rebaja de las pensiones, rebaja moral con su apoyo a Sarkozy, que la lucha contra ETA bien vale una frase incómoda, o media docena de ellas, recortes por todas partes? Un curso acelerado de realismo, sin paranoias ideológicas, que debería de inquietar al señor Rajoy, que no se ha puesto de rebajas porque venía ya muy abaratado de meses atrás. Ya sé que las encuestas van a favor del PP, pero el personal es voluble como la moda, y a mí el dictamen de la mayoría no me desmonta una opinión, ni menos aún una frase.

El Parlamento de Cataluña no sé si está de rebajas, pero ha conseguido entrar en el otoño con una hazaña de alto voltaje intelectual: superar el principio filosófico de no contradicción, al aprobar una cosa y su contraria. Ya dijo Karl Kraus (siempre es de buen tono citarle aunque ninguno lo hayamos leído) que en el nacionalismo cabe cualquier otra cosa. Es lo bueno del rollito de la identidad, que lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Prohibir las corridas en las plazas y aprobar los toros en las fiestas municipales es de una desvergüenza conceptual que hubiera dejado perplejo al sabio Platón, inventor de aquel principio. Pero todo por la patria, y si la patria pide un día prohibir los toros y al mes siguiente lo contrario, pues tamaña enormidad debe ser jubilosamente acogida porque es en bien de la patria.

Cualquiera que sepa qué son los toros en la calle, en las fiestas de muchos pueblos de España, conoce las salvajadas que se cometen con esos animales. Es mil veces más noble una corrida en cualquier plaza que el horrendo espectáculo de colocarle a un astado dos bolas de fuego en la cornamenta y azuzarlo durante horas con palos y pinchos. En la plaza, al menos, hay unas reglas, y el torero se la juega. Algunos animales me merecen más consideración que muchas personas que no me merecen ninguna. Y no me produce ningún pesar la muerte de un torero -lo siento, Isabel- ni tampoco que un cornúpeta con bolas de fuego empitone al personal hasta dejarlo en la uvi. También me haría muy feliz que un día desaparecieran los zoos, tal como se los conoce ahora. Es lamentable ver encerrados en esos recintos carcelarios, aunque sean de diseño, a seres que nacieron para deambular libremente por sus ámbitos, cuando tantas personas y personajes merecerían estar en su lugar, bien enjauladas y a las vistas. El que quiera ver animalitos que se abone a «National Geographic», quedan fantásticos en alta definición.

La rebajas del otoño me parece que serán para el todo el año, o para todo el lustro, o para toda la vida. La crisis va deviniendo enfermedad crónica que no dispone aún de medicación contrastada. En Europa utilizan unos fármacos y en los EE UU otros. La moda que viene será seguir soportando la crisis, pero hablando menos de ella. Como el amor y las emociones, forma ya parte de nosotros mismos y aún no sabemos de qué va.