Las distinciones del Ayuntamiento de Gijón ha sido otorgadas este año a Santiago Carrillo (Hijo Predilecto de la ciudad), a Rodrigo Rato (Hijo Adoptivo) y al Puerto y la comunidad portuaria de Gijón (Medalla de Oro de la Villa). Asimismo, serán distinguidos con la Medalla de Plata: Francisco Prado Alberdi (ex secretario general de CC OO), José Manuel Menéndez Rozada (ex responsable de UGT), María Teresa Álvarez (periodista, escritora y viuda de Sabino Fernández Campo), Carmen Gómez Ojea (escritora, articulista y premio Nadal), la Tertulia Cultural El Garrapiellu y la Unidad de Hospitalización a Domicilio del Hospital de Cabueñes.

Estos galardones revelan a primera vista que sin duda el Ayuntamiento distinguirá trayectorias personales e institucionales de gran relevancia para la ciudad, mediante un conjunto de galardonados de verdadero nivel en todos los ámbitos de la sociedad. Sin embargo, el juego de equilibrios para confeccionar la lista de distinguidos o el matiz polémico de alguna de las designaciones habría requerido que el Ayuntamiento razonase con datos y argumentos la conveniencia de cada galardón. Esta justificación suele realizarse cada año durante el Pleno municipal correspondiente del mes de diciembre (será el próximo día 20), pero habría sido más apropiado que las razones se hubieran expuesto al mismo tiempo que se anunciaron los nombres de los galardonados.

Un dato fundamental de las distinciones de la Villa de Gijón es que han de ser acordadas de modo unánime por los grupos municipales del PSOE, IU y PP. Esto requiere cierto juego de equilibrios, o de toma o daca, circunstancia que es conocida no de modo oficial, sino a través de comentarios y rumores oficiosos. Además de ello, es sabido que algunas de las personas o instituciones acordadas este año (Carrillo, Rato, la Autoridad Portuaria) fueron propuestas sin éxito por una de las tres partes en años anteriores. Es positivo que exista un consenso para elegir a los galardonados con más méritos; de lo contrario, el plantel de premiados resultaría monocolor, al albur del equipo de gobierno del Ayuntamiento, y no reflejaría previsiblemente todas las sensibilidades y sectores de la vida gijonesa. Pero la sensación del trueque, o de una negociación que no se base en los méritos razonados, puede debilitar el sentido de algunos galardones y otorgarles una sospecha de premio «político» que precisamente la unanimidad municipal trataba de evitar. ¿Cómo evitar este riesgo? Probablemente mediante discreción oficial y, sobre todo, con la referida justificación de las decisiones tomadas por unanimidad, lo cual obliga también a que después no se produzcan traiciones entre los grupos municipales.

Dentro de este marco, no se puede obviar que el galardón concedido a Santiago Carrillo es motivo de polémica. Ciertos períodos de su vida suscitan gran rechazo y, sin embargo, fue un político clave en la civilizada transición que vivió España en los años setenta del pasado siglo. Pero lo más curioso de dicha polémica es que quienes discrepan de su designación como Hijo Predilecto acusan al PP de Gijón de no haberla bloqueado.

Es en este punto donde precisamente los grupos municipales del Ayuntamiento tendrían un poco mejor cubiertas sus espaldas si pusieran sobre la mesa los argumentos de cada galardón, que a la vez tendrían que ser asumidos y defendidos por las tres partes.

En ausencia de todo ello, y a la espera del Pleno de aprobación, la justificación más utilizada ha sido la coletilla de la «larga trayectoria» de los galardonados, hecho que a cada uno de ellos se le ha de suponer. Existen sin duda verdaderos méritos en todas y cada uno de las personas e instituciones distinguidas este año, pero lo que el Ayuntamiento ha de cuidar más es que no produzcan la impresión de premios sometidos al juego político y a la ley de la compensación.