En la pequeña localidad madrileña de Estremera (1.600 habitantes censados) está proyectada la construcción de un gran centro de negocios chino, que podría dar trabajo a unas 9. 000 personas entre empleos directos e indirectos. Según leo en un diario madrileño, habrá hoteles, palacios de congresos y exposiciones, oficinas, centros comerciales, industrias y, por supuesto, locales de ocio. Una vez construido, el centro de negocios chino ocupará una superficie de 2,5 millones de metros cuadrados, el equivalente a 250 campos de fútbol.

El alcalde de Estremera, que es del PP, está encantado con el proyecto, pero también la oposición del PSOE, que ha votado a favor en el Pleno municipal. El único concejal ecologista se abstuvo prudentemente y se fue al campo a buscar setas mientras se aprobaba un nuevo Plan General de Ordenación Urbana que autoriza la conversión de una amplia extensión de suelo rústico en suelo industrial y de actividades económicas.

¿Quién se puede oponer al maná comercial llegado de Pekín en tiempos de crisis económica y paro galopante? Al recientemente fallecido director de cine Luis García Berlanga esta noticia le hubiera hecho especial gracia, porque le recordaría, en cierto sentido, la trama de su famosa película «Bienvenido, Mr. Marshall». Aquella en la que se contaba la historia de los habitantes de un pequeño pueblo de la sierra madrileña que se ilusionan con la ayuda económica que les pudieran prestar unos representantes políticos de los Estados Unidos, que iban a visitarlos. Al final, los políticos pasan de largo y los habitantes de Villar del Río se quedan tan pobres como antes, desmontando la tramoya que habían levantado para homenajearlos.

Está por ver si el proyecto resultará beneficioso para la población de Estremera y pueblos aledaños. En los últimos tiempos, hemos podido comprobar cómo planes grandiosos de inversión inmobiliaria y comercial (Terra Mítica, Park Aventura Fadesa, Marina d'Or etcétera) se han derrumbado espectacularmente. Algunos incluso antes de nacer, como la famosa ciudad del juego del desierto aragonés de los Monegros, que iba a ser una especie de Las Vegas para Europa.

Pese a tan funestos precedentes, no hay por qué dudar de que el proyecto chino vaya a prosperar. Los chinos han acreditado un gran sentido comercial y su expansión hacia el exterior parece imparable. No obstante, lo más llamativo de la noticia es que la futura ciudad comercial de Estremera no será un gigantesco todo a cien a pocos kilómetros de Madrid, sino el escaparate de productos chinos de calidad a un precio sin competencia posible. La iniciativa rezuma una gran inteligencia y un agudo sentido estratégico. Durante estos últimos años, las empresas occidentales han fabricado en China productos de calidad (e inmenso margen de beneficio ) prestigiados por unas marcas famosas y bien publicitadas. Los chinos han tomado nota del negocio y ahora nos devuelven la iniciativa compitiendo en nuestro propio terreno con la discreción que los caracteriza.

Antes de saber del proyecto de Estremera, pude asistir, en la ciudad donde resido (La Coruña), a la apertura de una tienda china de productos de calidad, buen diseño e inmejorable precio. Las dependientas, jóvenes, atractivas y bien vestidas, eran españolas, y la encargada de la caja, de las mismas características, era una ciudadana china. Me pareció la avanzadilla de una misión comercial más ambiciosa diseñada por el Partido Comunista Chino. En el año 1583 el gobernador español en Filipinas recomendó a Felipe II la invasión de China, pero el monarca desestimó la propuesta. El viento de la historia ha cambiado.