Como todos los asturianos saben, la anguila era un sabroso animal que abundaba en nuestros ríos, riachuelos, arroyos, etcétera.

Se pescaba con merucada, una larga inserción de lombrices de tierra (merucos) en un bramante que, doblándose sobre sí mismo, formaba un piño que con un nylon o una cuerda se sujetaba a una vara. Se metían los merucos en cualquier pozo, pequeño o grande, y al sentir el mordisco de la anguila sobre el bramante, se levantaba la caña, procurando que la anguila cayese dentro de un paraguas, colocado abierto, con la zona cóncava hacia arriba donde las anguilas, al soltarse de la merucada, no podían salir por resbalar en la pared del paraguas.

Era una especie muy abundante hasta hace muy pocos años y en el otoño, los que tenían interés por la naturaleza, sabían que por el agua de los ríos bajaban anudadas pequeñas bolas de anguilas que seguían un ciclo biológico.

También era muy conocido por todos los asturianos el sabor de las angulas y raro es el que no se haya sentado en algún restaurante costero para disfrutar de la sabrosa angula.

La anguila europea («Anguilla anguilla») vive en nuestros ríos, durante ocho o diez años las hembras y cuatro los machos, emigrando al mar de los Sargazos, desde hace 140 millones de años y con un recorrido de 4.000 kilómetros, y una vez en el mar de los Sargazos la anguila pone unos 9.000.000 de huevos, a 500 metros de profundidad, donde muere. De dichos huevos nace la larva de la anguila que, en un plazo de dos a cuatro años, llega a la desembocadura de nuestros cauces, donde por el contraste entre el agua salada y la dulce sufre una metamorfosis que la transforma en angulas.

Resulta paradójico que el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino realice una notable campaña, intentando concienciarnos de que no comamos peces inmaduros, es decir, que puedan transformarse en adultos de mayor tamaño, «pezqueñines, ¡no, gracias!», y al mismo tiempo, al parecer con autorización ministerial, podemos zamparnos el más inmaduro que llega a nuestros ríos.

Cada año se encuentra menos angula y sus precios no la hacen un manjar más que al alcance de unos pocos que bien pueden conformarse con otras cosas en una situación de emergencia como la actual.

Por supuesto es necesario proteger los derechos de los actuales poseedores de un carné autorizando a pescarlas, pero existen evidentes fórmulas, como por ejemplo establecer la media de sus ingresos por esta pesca, durante un período de tiempo, y compensarles económicamente. Me imagino que existen otras posibilidades.

Hace muchos años tuve la suerte de visitar en el Japón una región entera dedicada al desarrollo de la anguila a partir de la angula en piscifactorías. En aquella época ellos carecían de fuente de aprovisionamiento local de angulas y se les indicó que en el norte de España se pescaban para comerlas en la desembocadura de los ríos y sabemos que se hicieron gestiones para comprar aquí angulas.

Rogamos a la Consejería de Medio Rural y Pesca que estudie las medidas correspondientes para solucionar un problema que empieza a afectar gravemente a nuestra ecología.