Si hace un año se nos hubiese permitido contemplar por una mirilla la realidad política actual de esta región (Cascos, presidente; Cherines, generala del PP; Gabino, fuera de su Ayuntamiento; Ovidio, arrancado de la poltrona, y Pilar Fernández Pardo, ninguneada) habríamos discurrido que el PP acabó plegándose a la purga impuesta por el caballo de Atila. Pero hete aquí que todo cuadra menos un detalle para nada nimio: Cascos no abandera las siglas populares, sino una escisión numerosa de la derecha asturiana. No hay quien lo entienda: el PP llega a la repetición de los comicios autonómicos con un traje a la medida del casquismo, pero con Cascos al otro lado de la trinchera. Triste partido de vocación cainita: el caso es pegar tiros al enemigo de casa.