La Policía ha distribuido estopa con gran diligencia sobre los lomos de los estudiantes valencianos, y de tal modo que hasta el ministro del Interior, Fernández Díaz -que fue gobernador antes que fraile-, ha reconocido «algún exceso», lo cual significa que hay reconocimiento oficial de que los agentes se emplearon a fondo, algo que pudo haber sido recíproco a la contundencia de manifestantes e infiltrados. Desde una perspectiva un poco cínica vemos que ha producido gran escándalo la cuestión valenciana, aunque no ha sido nada comparada con la furia que en los países más desarrollados de Europa alcanzan los tumultos públicos. Hablamos del norte, de Inglaterra o de Alemania, países con los que nunca convergió España, ni en términos económicos ni protestantes, es decir, de protestas en la calle.

Salvo en casos muy contados, la piel de toro ha sido una balsa de aceite durante lustros y ha gozado de una paz social que ahora corre el riesgo de alterarse, así que el presidente Rajoy ha pedido «mesura» a sus convecinos, no vaya a ser que esto se parezca a la arrasada Grecia. Es decir, ya que no hemos convergido con Alemania en la violencia de altercados, no lo hagamos tampoco con el país de los helenos. También en términos comparativos y nuevamente cínicos, lo sucedido en Valencia es poca cosa si se coteja con protestas del Norte, como las de Naval Gijón, muchas de las cuales pudimos presenciar, con ese calentón que alcanzaban los agentes, hasta el punto de que se cegaban y arrojaban al furgón incluso a profesores de la Fundación Revillagigedo (es una experiencia personal).

Ahora bien, en el Natahoyo no eran precisamente corderos lo que tenía enfrente la Policía, mientras que con Valencia se argumenta que eran unos chicos. Recuerdo haber escuchado a un agente durante las protestas estudiantiles de 1988 en Salamanca (en el vigésimo aniversario del mayo francés) que en cuanto a un chaval le salen unos pelillos en la cara -en esas edades también a ellas- ya es un peligro. En definitiva, Valencia, con tantos hechos polvo, ha podido anticipar la Cuaresma de Rajoy.