H oy se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer, que había nacido originariamente en los albores del siglo XX como Día de la Mujer Trabajadora impulsado por las féminas del movimiento marxista. También aquí en Xixón vamos a salir a la calle centenares de ciudadanos y ciudadanas para reclamar una igualdad real entre todas las personas, con independencia de nuestro género.

Y te echaré de menos. Porque no sé si alguno o alguna de las que estarán conmigo repararán en tu ausencia; pero yo no pude borrarte de mi recuerdo. Porque, Marujina, hoy no vas a ser la portada de ningún periódico, probablemente nunca seas el titular del telediario; pero tú, como muchas otras veteranas mujeres comunistas, eres la sal de la tierra, la levadura que hace levantar al pan.

Eres la protagonista callada que ha hecho posible que la era de la más dura explotación de las mujeres haya pasado. Nada tiene que ver este mundo con el que a ti te tocó vivir cuando a él viniste en la cuenca del Nalón a finales de los veinte. Y naturalmente que me alegro de ello. Aunque siga pensando que el mal que las mujeres de entonces denunciaban no ha pasado, sino que, simplemente, se ha trasladado. Hoy la rebeldía probablemente no sea europea, ni la perspectiva de las revoluciones tampoco. Pero estoy seguro de que miles de Marujinas mantienen la lucha en los tres continentes de la miseria; con otros nombres pero consiguiendo con su coraje, como tú, pequeñas ventajas, leves ascensos, algunas mejoras.

Porque el innegable avance que habéis arrancado en las condiciones de vida de las mujeres españolas -también de los trabajadores- se debe a la incesante lucha de compañeras como tú, que ni en los peores tiempos de la más dura represión dejasteis por un instante de pelear por la justicia y la igualdad.

Porque tú eres, compañera, de las que siempre acudían a cuantas reuniones, manifestaciones, encuentros, asambleas, se convocaran; no importaba en que día o a qué hora, arrastrando hijos y penas a cuestas. Siempre en la lucha, siempre en la esperanza. Primero en el Partido Comunista (donde yo te conocí hace ya muchos años, cuando nos calentábamos con aquellas estufas de queroseno en las largas reuniones que compartimos; tú, ya una veterana, yo todavía un guajete), luego en la asociación de vecinos del barrio, más tarde fundando la Sociedad de Pensionistas del Polígono o también en el sindicato. Y ahora en IU.

Por eso hoy, cuando pronto vas a cumplir 85 agostos, y aunque tus piernas ya te fallen y tengas que moverte en silla de ruedas, y para leer los periódicos te sea necesario emplear esa enorme lupa, y los dolores en los huesos ya recorran todo tu menudo cuerpo, quiero rendirte público homenaje. Marujina, hoy te conmemoramos a ti. Tú eres nuestro ejemplo de mujer. Combativa, soñadora, tejedora de abrazos y abrigos, abnegada, consecuente, insumisa, lúcida, trabajadora. Comunista, sí. También comunista. Y siempre coherente con tu pensamiento.

Para todas esas luchas en pro de la participación de la mujer en la sociedad, en pie de igualdad con los hombres; para toda ilustración de lo que supone una resistencia popular, en beneficio de la gran mayoría, de la única mayoría, de los trabajadores y trabajadoras de este país y del mundo entero, el nombre de María González Felgueroso está ya en nuestra pequeña historia. Y vivirás siempre, no lo olvides. Porque eres un símbolo.