Tras el ameno y alegre congreso del Partido Popular en Sevilla, paralelo a que la reforma laboral, según el sondeo de las aceras, introdujera a más españoles en el pesimismo de los que sacaba, esperábamos con interés la visita del presidente Rajoy a Asturias para ver si el sacarle lustre a su formación imponía más sonrisas, por imposiciones de campaña. Hombre, no íbamos a pedir que Rajoy viniera cubierto de saco y ceniza cuaresmal, y con cara de palo, pero sí es cierto que acudía a una región cuya virtud de ensimismamiento acentúa ahora mismo el citado pesimismo nacional. Pues bien, el Presidente ha estado moderado y ha seguido los discursos de tabla, sobre todo, con una referencia al Foro de Álvarez-Cascos como «colección de señores». Es curioso. ¿No era hasta hace quince días la estructura del PP asturiano una colección de señores y señoras, de señoritas y señoritos que se aterraron cuando Cascos pidió todo el poder para venir a Asturias, y que hicieron todo lo posible por evitarlo, y que lo consiguieron, y que estrellaron el partido en las elecciones de mayo de 2011, y que realizaron después una singular oposición, carente de argumentos y poseída por el ánimo de revancha? ¿Y no sucedió todo ello, con grave perjuicio para Asturias, bajo la anuencia del propio Rajoy hasta que finalmente ejecutó con Mercedes Fernández casi lo mismo que Cascos había pedido? Qué floja es la memoria. Pero con un poco de fortuna no habrá que bañarse de nuevo en el mismo río. No obstante, vayamos al grano, porque puede venir bien eso de darle las riendas y el apoyo moral y electoral a alguien que está bastante por encima de la media del PP asturiano, pero, oiga, ¿qué hay de lo nuestro? ¿Qué hay de las infraestructuras dramáticamente retrasadas, de los fondos mineros evaporados o de la Asturias que se inunda periódicamente sin que la Confederación Hidrográfica, de competencia estatal, sepa cómo remediarlo?