Aquí, el contable este que ha puesto al frente del Puerto de Gijón el gran prohombre de todas las Asturias anuncia que sube el 30 por ciento las tarifas portuarias y, de momento, todo el mundo se queda tan tranquilo. Y cuando las primeras voces comienzan a elevarse alarmadas y se comienzan a encender las luces rojas, la primera que echa su cuarto a espadas es la cirujana caritativa que el destino nos ha regalado como alcaldesa de la ciudad. Muy ufana ella, dijo en un primer momento dos cosas, que, uno, no quedaba más remedio y que, dos, de no haber sobrecostes -es decir, por culpa de la famosa herencia recibida- en la ampliación muselina, no habría que subir las tarifas de forma tan escandalosa. ¿Por qué, por todos los demonios, no cerrará el pico esta entrometida en política y se dedicará a lo suyo, es decir, a la cirugía mamaria o la fiesta taurina? Porque de otras cosas está demostrando una ignorancia supina. Pero dejemos a Moriyón en su mundo de ignorancia y vayamos a la cuestión.

Durante el último consejo de administración celebrado por la Autoridad Portuaria de Gijón se habló de su situación financiera y contable, de las pérdidas del ejercicio y de cómo éstas tendrían que repercutir de forma inexorable en las tarifas portuarias en virtud de las disposiciones normativas. Pero los integrantes de dicho consejo parece que no fueron informados de que, en aplicación de otros criterios contables dimanados del Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas, dependiente del Ministerio de Hacienda, era posible diferir la imputación de gran parte de las cantidades debidas a la ampliación, de tal forma que la subida de tarifas fuera mucho más moderada.

Este campeón de la gestión portuaria, llamado Emilio Menéndez, al que Cascos puso al frente del puerto gijonés se conformó con su primera apreciación de probo interventor: aquí hay dieciséis millones de déficit, señores consejeros, y lo que nos cabe es aplicar la legislación vigente y subir las tarifas un 30 por ciento. Lo que ningún manual de contabilidad dice es lo que pensarán de ello los clientes, en primer lugar Arcelor; en segundo, Hidroeléctrica y, en tercero, el grupo Masaveu, por poner a los principales.

Lo más preocupante era lo de Arcelor. Sus costes logísticos a la par se andan de sus costes salariales. Andan cerrando plantas e instalaciones por toda Europa y poniendo, como gigante multinacional que es, a competir entre sí a sus propias instalaciones. La descomunal subida de las tarifas propuesta era una invitación a que Arcelor Mittal cerrase sus instalaciones asturianas. Tal cierre habría tenido unas implicaciones económicas de tal grado en nuestra región que vale más no pensar en ello sin el frasco de ansiolíticos a mano. Pero a Menéndez tal cosa parece que le traía sin cuidado, y no digamos al lorito de repetición que le salió inopinadamente en forma de caritativa cirujana, a la sazón alcaldesa de Gijón.

Dicen los más conspiranoicos de la provincia que todo respondía a una maniobra del mismísimo Cascos. Simplemente no me lo creo: no puede haber alguien tan malvado que, por interés electoral, se lleve por delante la economía de toda una región. Lo más extraño en esta crisis es lo que se tardó en reaccionar. Los primeros que pusieron el grito en el cielo, y avisaron del peligro, fueron las formaciones políticas locales de izquierda. Primero el PSOE y luego IU. Después, los demás. Pero los demás, callados. Y, sobre todo, llama la atención la falta de contestación en el resto de Asturias, cuando tanto se la juega la provincia entera en este envite. La FADE tardó más de una semana, de los sindicatos todavía se está esperando la correspondiente y contundente contestación.

Y por fin alguien con una cierta cordura parece que le leyó la cartilla al gran contable en jefe, en funciones de presidente, de las covachas muselinas y ya ha dado marcha atrás en la aplicación de un criterio contable que nos hubiera llevado de cabeza a la ruina regional. Esto es lo malo de poner a técnicos al frente de ciertas instituciones: deciden con anteojeras, como caballos de carreras, decidiendo en frío, como si sus decisiones no tuvieran implicaciones. Y estremece pensar a quién tenemos al frente de nuestro Ayuntamiento, que va a un consejo de administración y es incapaz de defender los intereses de la localidad porque no las ve venir: en manos de quién estamos. Quizá Moriyón sepa apreciar en su verdadera magnitud el encaste de una corrida de toros, pero de la económica, ahora lo vemos, ha demostrado que poca idea y menos valor para preguntar.

Han sido los medios de comunicación quienes desde el primer momento avisaron de lo que se nos venía encima. Bueno, algunos, porque otros, de origen apagadorista, siguieron en un primer momento el criterio de la caritativa cirujana y también les pareció normal la cosa. Pero nadie baje la guardia, de aquí a las elecciones el gran contable todavía puede armar alguna desde su covacha.