La crisis económica no va a terminar con las Fallas de Valencia, la Feria de San Isidro de Madrid o los Sanfermines de Pamplona. Tampoco va a acabar con la «Semana negra» de Gijón, que, sin embargo, está más cerca de su final que nunca por la escasa capacidad de maniobra del equipo de gobierno municipal, liderado por la casquista Carmen Moriyón, que nada más tomar el poder ya mostró su intención de acabar con un festival considerado un baluarte del arecismo; por la escasa diligencia de los organizadores, que parecen atacados por una sorprendente apatía y por la nula colaboración del resto de grupos municipales, que, quizá con la excepción del PP, convertido como por arte de magia en defensor del evento, están sentados a la puerta de su casa esperando el paso del cadáver de su enemigo.

La dramática crisis económica, que afecta con dureza a miles de gijoneses, no puede impedir que la vida ciudadana siga y que las gentes busquen en tiempo y forma vías de evasión y diversión. Al día siguiente de la convocatoria de una huelga general se puede, sin duda, reflexionar sobre la situación de un marco de fiesta y diversión bien arraigados en el verano gijonés, estación en la que la ciudad cambia de piel y se convierte en el foco de atracción para los asturianos de otras comarcas, para los asturianos de la diáspora y para los visitantes de otras regiones y de otros países. La «Semana negra» es desde hace décadas, este año cumpliría sus bodas de plata, una cita obligada. Pero sin duda basados sus organizadores en la protección sin fin de las autoridades municipales socialistas descuidaron aspectos cruciales en la convivencia con los vecinos de diversas partes de Gijón. Los de la zona de El Molinón, por ejemplo, que aguantaron ruidos y desmanes sin que las autoridades municipales hicieran caso de las quejas vecinales, provocando así la intervención judicial que terminó con la exigencia de la aplicación de la ley.

La «Semana negra» ha ido adquiriendo un carácter itinerante, de El Arbeyal al campus sin llegar aún a la Feria de Muestras, en una prueba de que cuenta con un indudable arraigo popular, pero ninguno a la hora de tenerla cerca. Las autoridades municipales permitieron, por ejemplo, que el estanque del parque de Isabel la Católica fuera usado por algunos barraquistas como zona de baño sin que las numerosas denuncias de ésos y otros desmanes fueran atendidas por las fuerzas policiales locales, como recuerdan los denunciantes.

La oferta de los rectores de la Cámara de Comercio para que la Feria de Muestras albergue la próxima edición de la «Semana negra», recibida de forma entusiasta por el equipo de gobierno municipal, no cuenta con la misma aceptación por parte de la organización del evento, que sabe, sin duda, que una reclamación judicial de quienes ganaron la histórica sentencia puede provocarles unos daños irreparables. La Feria tiene muchas viviendas, más de las que parecen, a menos de quinientos metros de la distancia reglamentaria. La apuesta del PP por El Arbeyal ha quedado invalidada por la oposición vecinal, aunque haya sectores del barrio que han apostado claramente por servir de sede.

Todo indica, pues, que la «Semana negra» ya ha celebrado su última edición, como se vino insinuando desde el cambio político producido en el Ayuntamiento de Gijón. El tiempo dirá si se confirman los peores augurios y, de confirmarse, si la pérdida del evento golpeará o no al verano gijonés, para el que se buscan alternativas como el denominado Festival Atlántico, que tiene pinta de ser algo muy distinto. El futuro de la «Semana negra» no parece ser el mejor posible, sin duda por culpa de muchos actores que están en el escenario de la realidad.