Propugnar el cambio para sentarse en el sillón del otro puede tener consecuencias prácticas para el que aspira a aprovecharse de ello, pero no necesariamente para el resto de los mortales. Cascos, a fin de seguir en el machito, ha venido reclamando un cambio político en Asturias que él mismo no se ha atrevido siquiera a escenificar en los ocho meses en que tuvo la ocasión de presidir un Gobierno. Al contrario, insatisfecho con la confianza depositada por los asturianos, lo que hizo fue convocar unas elecciones anticipadas para obtener menor respaldo. Si insiste en hacerlo por segunda vez, es posible que la indiferencia de los votantes, producto del hastío, sea todavía mayor. A ese paso nos quedaríamos sin Cascos.

El de Foro es un cambio de conveniencia, ilusoriamente preconizado por un político que el largo tiempo en que tuvo grandes responsabilidades siempre hizo todo lo posible para que la política se quedase como estaba. Dejémonos de pamplinas, Cascos no es precisamente el hombre nuevo, ni la canina situación actual es la propicia para darle la vuelta a la tortilla con cuatro amigos en medio de una crisis de alcance nacional.

El cambio real en estos momentos es acabar con el paro, atajar el despilfarro, por no decir volar el edificio autonómico, y emprender una reforma financiera. Ya me dirán los lectores ¿qué posibilidades tendría Cascos, en el caso de que su intención fuese sincera, de liderar algo así desde su particular camarote de los «Hermanos Marx»? ¿Con qué, con quiénes, cómo, cuándo?

Su cambio, un cambio de actitud y lo digo en un tono de humorada, podría ser, sin embargo, el de permitirle, aunque sólo sea por una vez, a su viejo partido la posibilidad de gobernar o de que gobierne. Más que nada para resarcir al PP de las dos veces en que personalmente dinamitó sus opciones cuando los vientos eran favorables. Ahora que el PSOE ha hecho sus cuentas como ganador de las elecciones, la posibilidad de la derecha de gobernar es que los huevos vuelvan a la cesta donde estaban antes del abrupto regreso del hombre decidido a liquidarla.