Algo tiene este oficio que lo hace diferente a otros y por más de un motivo. El jueves pasado un periódico, «La Voz de Asturias», vio por última vez la luz después de 89 años de informar a los asturianos sobre cosas que les preocupan. En unas circunstancias complicadas, en su caso extremas, después de haberlo intentado hasta el último minuto, la redacción llegó a plantearse renunciar a cobrar parte de la deuda salarial atrasada con el fin de poder seguir ejerciendo su trabajo y no tener que despedirse de los lectores.

El periodismo atraviesa dificultades y con él también los periodistas. En una economía golpeada salvajemente por la crisis, con pérdidas de ingresos de la publicidad y del quiosco, los periódicos, ese viejo y civilizado milagro de todos los días, tienen que enfrentarse también al cambio tecnológico y al despotismo de los poderes empeñados en ir en contra de la libertad de información. Me estoy refiriendo, claro está, a los periódicos y periodistas que no están dispuestos a plegarse al manda de turno. No a los que aceptan el silencio de los corderos por encima del compromiso con sus lectores. De esos no merece la pena hablar.

En Asturias, está el caso sin precedentes, al menos en la reciente democracia, de un político liberticida obsesionado con amordazar a los que no le bailan el agua. Empecinado, como ya hizo otras veces y por medio de diferentes libelos, en combatir la libertad de información a golpe de extravagantes y antidemocráticos manejos; el último es una circular a los afiliados de su partido para pedirles que con el fin de informarse lean sólo su web oficial, donde, amparadas en el anonimato, imperan la calumnia y la amenaza.

Para este político anacrónico, un periódico sólo tiene valor desde la sumisión y el incienso; cuando no es así, intenta, como se ha comprobado en no pocas ocasiones, silenciar las voces discrepantes, porque no soporta que le lleven a la contraria. Si por él fuera, no existiría una prensa ni unos medios libres.

Podría parecer que escribo de otro lugar y de otro siglo y, sin embargo, por la cercanía apuesto que ya saben a quién me refiero. El mismo que viste y calza. Gracias lectores por su inteligencia.