Hay pueblos que reviven el drama de la Pasión en la espesura de sus templos, que rememoran el Gólgota en el vía crucis recogido de sus capiteles. Existen otros que prefieren manifestar su piedad a pie de calle. Son aquellos que convierten las procesiones en evangelio tallado. Gijón pugna cada año por sumarse al grupo de ciudades que evoca los momentos álgidos de la fe cristiana a modo de catequesis urbana, con sus cristos y vírgenes en sucesión continua de misereres. Convendría recordar que las cofradías nacieron en la Edad Media como organizaciones gremiales encaminadas al ejercicio de la caridad y la beneficencia. Sacar los pasos a la calle sin ejercitar la ayuda mutua y el auxilio social se antoja un teatrillo bienintencionado pero recubierto de cartón piedra.

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