Si no te apetece, no sonrías. Las sonrisas falsas no tienen valor.

Mario fumaba hasta que un día, paseando por la calle, vio reflejado en un escaparate a un tipo que echaba humo por la boca, y se preguntó: ¿quién es ese idiota y por qué hace algo tan ridículo? Y hasta hoy.

Opinar sin argumentos es como escribir sin tinta.

Deberían inventar un masaje para los recuerdos más tensos.

No hay palabra que mejore una mirada.

Lo más aburrido del mundillo literario es que hay demasiados autores más preocupados por publicar que por escribir, y prestan más atención a lo que digan de ellos que a ser severísimos con su propio trabajo antes de sacarlo a la luz. Así pasa lo que pasa, que la mayor parte de lo que se publica se convierte en ceniza al instante, como un vampiro con desfase horario que sale a pasear antes de que llegue la noche.

Hay padres que piensan que con dar a sus hijos todo lo que piden ya es suficiente para cumplir con su deber.

Lo importante es sentir curiosidad siempre, cada segundo de tu vida, incluso durmiendo, y abrir cada día ventanas a paisajes que te resultaban lejanos, ya sean humanos o artísticos. Por ejemplo, Luis se ha decidido a conocer un mundo que hasta ahora le resultó distante: la ópera. Y escuchando las cien mejores arias por María Callas se da cuenta de cuánto placer hay esperando ahí fuera. A su servicio.

Los finales de ciclo son una cuestión de principios.

Hay fracasos que justifican una vida.

Ten en cuenta siempre que las personas que entran en tu vida no lo hacen por casualidad. Traen o se llevan algo que hay que descubrir. No hay encuentros fortuitos.

Algunas personas se obsesionan tanto con fotografiar lo que viven para ponerlo en internet que se olvidan de vivirlo.

Si no te reconoces en una foto reciente es que no te conoces.

Demasiadas presiones se convierten en una opresión.