Un asturiano comparte el 99,9 por ciento de carga genética con un japonés, ha dicho un científico de National Geographic que en Avilés tomará muestras de ADN de un centenar de gentes de esta tierra, que a cambio recibirán información sobre las migraciones de sus ancestros.

Pero no de los movimientos migratorios del pasado siglo, o del anterior, o así, sino de lo que sucedió cuando un grupo de hombres intrépidos decidió salir de la garganta de Olduvai, o hacia esa zona de África, y extenderse por el planeta, pero sin saber que era un planeta, claro. O sea, de hace 200.000 años, cuando una chica desconocida resultó ser la madre de todos los vivientes actuales, no porque no vivieran otras mujeres -ha aclarado el citado científico-, sino porque los descendientes de ésta son los que sobrevivimos por los siglos de los siglos, mientras que los que descendieron de otras mujeres fueron despeñándose, o muriéndose de hambre y enfermedades, o partiéndose el cráneo entre ellos, o sea, palmando a lo largo de milenios de lucha por la supervivencia. A esa chica se la llama Eva Mitocondrial, que es un nombre bien feo en su combinación de concepto religioso y científico. Sería como llamar María Trombosis a la primera mujer que allá en la garganta de Olduvai sufrió un colapso.

En fin, que la paleoantropología resulta fascinante, pero esa similitud de asturianos y japoneses nos inquieta. Es la misma que con otros humanos, por ejemplo, los esquimales, pero lo del parentesco con los del Sol Naciente nos mosquea. Una civilización que no tiene dioses, come pescado crudo y exhibe a sus colegialas en los dibujos animados posee necesariamente algo de especial. Eso sí, es inventora de una Alta Velocidad ferroviaria que los asturianos anhelamos más que el shinto, el sushi o el anime. Asturias cada vez espera más una Alta Velocidad que no será ni de lejos como la japonesa, es decir, que seguiremos teniendo más código genético en común que similitudes ferroviarias, pero eso será mejor que el actual ahogamiento asturiano, más notorio, por ejemplo, cuando aprieta una sola compañía aérea.