Pío Baroja explica, en La Busca, mediante un juego infantil, cómo es la suerte taurina de don Tancredo: «Se ponía un chico a cuatro patas, y otro, que no pesase mucho, encima, con los brazos cruzados, el cuerpo echado para atrás, y en la cabeza, alta y erguida, un sombrero de papel de tres picos». «Se acercaba el que hacía de toro, mugía sonoramente, olfateaba a don Tancredo y pasaba junto a él sin derribarle».

Mariano Rajoy no entiende por qué la receta que funcionó a la perfección en 1990 en el «caso Naseiro», hacer el don Tancredo, pierde ahora toda eficacia. En aquella edición preliminar del «caso Bárcenas», Naseiro y Sanchís se mantuvieron imperturbables y el toro español estuvo manso ante el monumental disfraz. El Tribunal Supremo archivó el caso, por haber escuchas telefónicas indebidas, y mandó destruir las grabaciones, incluida aquella conversación tan edificante entre Eduardo Zaplana y Vicente Sanz del «yo estoy en política para forrarme». El toro español no reaccionó ante la falsa e inmóvil estatua de don Tancredo.

La llamada fiesta nacional alcanzó tal nivel de identificación con el pueblo español en los últimos tres siglos que un gran político del siglo XVIII, Campillo, que era de Alles (Peñamellera Alta), tuvo que redactar dictámenes para que la gente no empeñara los colchones, y hasta las camisas, para ir a los toros. Por esa identificación resultan tan expresivas las imágenes taurinas para entender la vida de este país. Ya en el siglo XIX Silvela acusaba al general O´Donnell, duque de Tetuán, de ser el don Tancredo de la vida política nacional, posiblemente por su larga permanencia al frente del llamado «gobierno largo», desde junio de 1858 hasta marzo de 1863. Numerosos comentaristas políticos han advertido de que el papel asumido por Rajoy en el «caso Bárcenas» es el de don Tancredo. El tancredismo tiene dos componentes, uno de aguante ante la adversidad, de estoicismo. Este puede entenderse desde la cultura gallega tradicional, de resistencia y solidaridad ante las grandes tragedias, como está sucediendo en estos días. Camilo José Cela, gallego de Iria Flavia, Padrón, decía que el que resiste vence. La resistencia es una forma de conducta a veces obligada en Galicia, fondo último de saco, donde no queda casi a donde retroceder. El otro ingrediente de don Tancredo es el pasotismo, que ya no tiene origen galaico. Naseiro se libró de la justicia haciendo el don Tancredo en 1990. El toro español de la transición no estaba aún toreado y aceptaba el engaño. Pero Rajoy tiene que bajarse del pedestal ahora, ineludiblemente, porque el toro español está ya toreado, placeado, corrido y chaqueteado. Y no está para bromas. Y, si Rajoy no se apea de la peana, puede pasarle lo que a don Tancredo López el día 3-1-1901, en la plaza de la calle Alcalá de Madrid, que un toro le descubrió el engaño, le dio un hocicazo y persiguió a Tancredo por toda la plaza, hasta que el diestro tomó el olivo y saltó la barrera.

Entre los sobres de Rajoy, los ERE´s de Andalucía, el éxito económico de los Pujol, los escándalos políticos de Mallorca y Valencia y las burdas mentiras de algunos políticos y banqueros, el toro español ya no quiere entrar al engaño. Y, cuidado, porque el toro español tiene casta, poder y pies. Y está ya demasiado placeado.