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Optimismo por resistencia

La reforma de la ley del aborto, más sufrimiento para una sociedad extenuada

Permítanme que empiece el año positiva. Lo hago por obligación moral con mis hijos, mis alumnos y el resto de personas que quiero; también con quienes no conozco de nada, pero sé que las están pasando tan puñeteras que andan a punto de arrojar la toalla. Hay que tirar de ellos. No lo hago, desde luego, inspirada por los buenos augurios del Gobierno; quiero escuchar que estamos saliendo de la crisis de boca de quienes a mi alrededor buscan trabajo desesperadamente, con la buena nueva de que lo han encontrado y es digno, es decir, que les permitirá vivir.

La brega que nos queda para recuperar el terreno perdido es imponente y desmoraliza al más templado, sobre todo, cuando llegan bofetones aparentemente gratuitos que no se podrían atribuir directamente a la recesión y sus recortes, sino a un intento de instaurar para todos el pensamiento único de una parte: hablo de la reforma de la actual ley reguladora del aborto.

Yo creo que todo está relacionado. Primero, porque obviamente el Gobierno ahorrará unos buenos dineros impidiendo a las mujeres abortar con cobertura pública. Segundo, porque en tiempos de ataque indisimulado a los derechos de las personas se recalienta el huevo de la serpiente y se envalentonan quienes quieren quedarse solos decidiendo lo que es bueno para todos, que suele ser, al final, el dorado para unos pocos y más penurias para la mayoría. Y tercero, porque creo que este anteproyecto sale adelante para acallar a ciertos envalentonados anteriores, disconformes con algunas flojedades del Gobierno -sí, he escrito flojedades-, aunque ello suponga sufrimiento añadido para una sociedad extenuada, torturada, inerme.

Es tal la disconformidad que manifiestan las personas en la calle, en las oficinas, en las casas, en la vida real, a este secuestro de la libertad de las mujeres; tan razonable el enojo de los profesionales de la sanidad, que se sienten atosigados e instrumentalizados; tan elocuente el estupor de la prensa internacional; tan bochornosa la comparativa con los países a los que nos queremos parecer, todos con veteranas leyes de plazos; es tan evidente incluso la incomodidad entre las propias filas del partido que ha hecho valer su mayoría para esta regresión en la historia de los derechos ciudadanos... que no me cabe la menor duda de que es una cuestión de tiempo que volvamos a donde aún estamos, aunque en unos días dejaremos de estar.

Eso sí, me abre las carnes pensar en estos años oscuros, de tránsito, que nos esperan. Años en los que, de nuevo -¡otra vez no!-, tantos miles de mujeres habrán de desesperarse contra el reloj, desasistidas, humilladas, sojuzgadas, avasalladas, impelidas a la autoculpabilidad, al riesgo físico, a la vergüenza.

Ése es el sufrimiento que debería pesar sobre las conciencias de quienes pretenden sacar adelante esta ley. Pero, incomprensiblemente para el mundo civilizado, no les pesa, ocupados como están dando mandobles con el pensamiento único.

Mujeres por la Igualdad de Barredos y la Tertulia Feminista "Les Comadres" de Gijón han decidido organizar un "tren de la libertad", en el que todas las mujeres que quieran y puedan -ya se están sumando desde otras comunidades autónomas- viajarán a Madrid el día 31 de enero para entregar en el Congreso una carta exigiendo que no sea reformada la normativa vigente, que incide en desplegar instrumentos variados de prevención de embarazos no deseados y, en caso de que se produzcan, garantiza la libertad de elegir.

Me conmueve y congratula constatar que quedan personas incansables, dispuestas a invertir tiempo y recursos en idear acciones simbólicas para expresar lo que piensa la mayoría, lo que tantas mujeres y hombres andamos defendiendo en y con nuestra vida cotidiana. Es un motivo más para ese optimismo del que les hablaba al inicio. Optimismo, como ustedes ven, por vocación de resistencia.

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